EL CASO DE DOS
Él era un signo de tierra
que se había quedado a pastar
junto a un pequeño pozo en la sombra.
Ella tenía las manos calientes,
pues, de pequeña, se quedó atrapada
mirando la llama que asciende a partir de cera líquida.
Él no se movía de los alrededores,
ya que estuvo perdido algún tiempo
en unas lejanas colinas violáceas.
Ella llevaba una cantimplora metálica
cuando se iba por el mundo de viaje.
El le preguntó su nombre
y ella le dijo donde creía haber nacido.
Si hubieran sabido geografía,
ni ella se hubiera quedado,
ni tampoco él la hubiese seguido.