jueves, agosto 31, 2006

LAS DOS ESFERAS



Yo vivo en la esfera normal, donde hemos estado viviendo durante todo la vida, pero Henar se ha mudado a la otra esfera, la emocional, la imaginativa, y me ha dejado aquí solo.
No estoy tan mal como se pudiera imaginar desde aquella otra esfera, pero me acuerdo bastante de ella. Hay veces que cierro los ojos e imagino que vuelve para siempre, pero no puede ser.
Sin embargo, Henar vuelve a veces, para las Navidades, algún fin de semana, ..., pero está claro que allí se vive mucho mejor. Únicamente vuelve porque sabe que la necesito. Está un par de días, lo mínimo para tranquilizarnos y se marcha. En el fondo, todavía me quiere un poquito.

Aunque le pregunto, nunca me cuenta mucho de su nueva esfera. Sólo dice lo que es evidente, que si es diferente, que si allí la gente es luminosa, que si son felices. En fin, que nunca hay conflictos, es decir, todo lo que a cualquiera se le puede ocurrir.
También a mí me gustaría hacer lo que hace ella: poder ir y venir de vez en cuando, pero si yo me voy seguramente ya no regresaré jamás. Además, ¿quién iba a trabajar entonces?, ¿quién iba a conseguir el dinero que necesitamos para vivir?.
A Henar, cuando vuelve, estas cosas no le importan. Me mira, parece que me escucha pero como si no me entendiera. Debe de estar muy evolucionada para prestar atención a estas cosas tan pequeñas.

En la esfera emocional no se ha inventado el dinero, los intercambios se hacen por otros criterios más humanos: “Si le caes bien al verdulero, pues te regala la fruta y ya está". Todo esto me parece muy bien, pero es lo que le digo yo: "y si te toman manía y nadie quiere darte nada". Pues, está claro, que te mueres de hambre. Si ni siquiera se puede robar, ya que allí nunca hay conflictos. Mucho sentimiento, mucha luminosidad, pero te mueres de hambre como está "mandao".

Hombre, no creo que sea tan exagerado pues la verdad es que a Henar, cuando viene, se le ve bastante bien, aunque siempre suele llevarse bastantes cosas: fotografías, galletas, imperdibles... La imagino, con su vestido blanco, regalando todas estas cosas a los que le caigan bien. Claro que tampoco es tan extraño, al fin y al cabo, yo también le he regalado muchas cosas aunque no me haya ido a ningún sitio.

viernes, agosto 25, 2006

PINTOR Y LUZ

El pintor Juan Luis Rodado se quedó en Alicante. Una vez llegó de visita como un turista cualquiera y fue, poco a poco, demorando su partida. Así ha sido hasta el día de hoy. Ahora, después de varios de años, puede decirse que Alicante es su residencia definitiva.
J. Luis, en verano y en invierno, por la mañana y por la tarde, toma su caballete y se sitúa en su rincón: playa de San Juan junto a la vieja plazoleta, escorado, entre el mar, los palmerales y la lontananza del cabo de Huertas. Con este fondo retrata a los turistas interesados. Estudia sus rostros, sus expresiones y los incrusta en el lugar que tan bien conoce. Parece como si, desde siempre, hubieran formado parte de la plaza. Si, llegado el caso, ningún turista se presta a ser retratado, para J. Luis no existe ningún problema, el paisaje en sí es suficiente motivo para trabajar.


Parece extraño que un pequeño paraje haya acaparado tan poderosamente toda la atención, toda la energía del pintor. Se diría que en este pequeño lugar está volcado todo su arte. Si quisiera, podría pintarlo de memoria desde cualquier ángulo, hasta el más mínimo detalle, pero, cada nueva vez, el ojo voraz de pintor continúa escrutando como si fuera la primera, indagando el tono de cada matiz, comparándolo con lo registrado una y otra vez en su cerebro.
Y cada día, admirablemente, descubre nuevos secretos, pequeñas sutilezas que le sorprenden. Tras cada hallazgo, siempre se hace la misma pregunta que no acaba bien de comprender: ¿Cómo no me habré dado cuentas antes de esto, si es así, si siempre ha sido así, si es evidente...?

J. Luis está seguro que esta plazuela abierta por dos costados a la luminosidad del mar será recordada por su obra, que dentro de pocos años llevará su nombre: Plaza del pintor Rodado, dentro de algunos años más, alguien, después de haber visitado un museo en cualquier parte del mundo, tendrá la necesidad de venir a Alicante, de buscar este lugar, de verlo con sus propios ojos y entonces, en la mirada de ese desconocido, cuando ya J. Luis haya desaparecido, volverá a estar presente la verdadera esencia de este lugar, igual que, ahora, día tras día, está siendo interpretado bajo la profunda forma de ver del artista Rodado.
Pero todos estos desvaríos no le ocupan más de algunos segundos.

A veces, el pintor piensa que estar restrigido a cuadros tan repetitivos puede estar restándole potencial creativo, entonces se impone la tarea de buscar otros temas. Con disciplina consigue abandonar su plaza y pintar algún otro paisaje, alguna nueva escena, pero no es, en absoluto, lo mismo. Las nuevas imágenes son como desconocidos con los que hay que guardar las distancias y la profundidad ya no es posible.
Al día siguiente, arrepentido, como si hubiera cometido alguna infidelidad, vuelve de nuevo a su rincón, inmerso en la tarea a la que está dedicando su vida de manera más que satisfactoria.

No obstante, cuando el autor mira sus cuadros terminados hay algo que no acaba de convencerle completamente. Se podría decir que ha encontrado su paisaje: el mar, las palmeras, las piedras grises,... pero le falta algo, algo imprescindible, el rostro que encaje con aquel lugar, que lo impregne de naturaleza humana.
Cada día espera la llegada de su modelo. Cuando algún turista se sienta frente a él, cuando inicia la tarea de analizar sus rasgos una frase acude a su mente: “¿Será él?” y, posteriormente, con tristeza: “No, éste no es”.
¿Cuántos años serán necesarios para encontrarlo?. A veces se sienta en las terrazas del paseo marítimo y se distrae observando los rostros. Temporada tras temporada van cambiando, los rostros jóvenes van madurándose, aparecen nuevos rostros infantiles y se echa de menos algunos que se habían convertido en familiares, pero el que él espera todavía no ha llegado. Quizás nunca lo haga.

Ya es tarde, es la hora de recoger. Limpia y guarda con paciencia los pinceles. Antes de ir a casa se pasará por el mercado que todavía debe estar abierto. Comprará algún pescado para la cena y una buena botella de vino. También algún capricho para mañana domingo. De vez en cuando, hay que regalarse algo extraordina...
Entonces la vio.
Entre la gente, caminando tranquilamente hacia el rincón donde tiene instalado todavía su puesto. Llevaba un sombrero, un vestido claro, despedía una luminosidad indefinible.
Era Ella. Su modelo.

J. Luis Rodado no sabía muy bien qué hacer. “¿Qué se hace cuando se encuentra así, sin esperarlo, lo que desde siempre se ha estado buscando?”. No lo sabía.
La podría convencer con miles de argumentos. Hablarle de colores, de contrastes, de tonos satinados. Esa plaza y ella eran completamente complementarios, como el rojo y el verde. Pero nada de eso dijo, solamente esperó su llegada y mirando sus ojos semejantes a dos nubes lejanas le preguntó:
- ¿Cómo se llama?
- Luz
- ¿Puedo pintarla, por favor?
- Si.

Nada sabemos de Luz y posiblemente nada conseguiríamos saber por mucho que investigasemos. Era una extranjera, una mujer extraña, yo creo que de un mundo muy diferente (quien quiera conocer algo más sobre Luz debe acudir a este otro blog, de donde es originaria).




Albina, la claridad de su piel se mezclaba con la de su vestido y, ésta, con la de sus alargados cabellos, cubiertos con un luminoso sombrero.

El pintor J. Luis Rodado, nacido en Villainfantes de Don Quijote el 14 de Abril del año 1954, a sus 52 años, se encontraba frente a su trabajo más difícil, estaba a punto de ejecutar lo que sería su obra maestra.
La hora no era propicia (demasiado tarde), las sombras se alargaban en odiosos tonos azulados, pero los ojos del artista ya se habían puesto a trabajar. Matemáticamente, separaba el grano de la paja. Esbozó rápidamente la figura de la mujer incrustándola como la pieza de un puzzle en la plaza, esa plaza abierta en dos de sus laterales al ondulante mar.
Con ella presente cada trazo, tantas veces repetido , cobraba un nuevo significado, una nueva dimensión que la mirada del pintor sabía desentrañar hábilmente. Sin indecisiones el trabajo avanzaba. Únicamente la piel albina de la mujer provocaba alguna dificultad para encontrar tonalidades tan sutilmente aproximadas al puro color blanco. Poco a poco, los trazos del pintor iban haciendo surgir del lienzo la realidad de la plaza.
Entonces la muchacha sonrió. Fue una sonrisa leve, pero suficiente para azuzar el rumor del mar, para balancear ligeramente las altas ramas de las palmeras.
Había que cambiar todo, casi empezar desde el principio.
J. Luis Rodado había estado tanto tiempo preparándose que, de manera inapelable, iba corrigiendo pacientemente pincelada tras pincelada hasta que, tras una pequeña pausa para ver la obra en su totalidad, la dio por terminada.
Respiró satisfecho. El cuadro se llamará: “Luz en la plaza del pintor Rodado”

Iba ya a quitar el lienzo del caballete para mostrárselo a su modelo cuando se dio cuenta que la mujer prácticamente no estaba. Únicamente existía una silueta. La piel de la muchacha era tan blanca, tan uniforme que las sombras eran imperceptibles.
El rostro del pintor se demudó.
Miró el cuadro, miro su modelo. Todo estaba proporcionado, todo encajaba pero la mujer no estaba, había desaparecido del cuadro.

Entonces Luz intervino:
- No te preocupes, siempre me pasa lo mismo. Ni siquiera salgo en las fotos. Como soy tan blanca nadie ha conseguido dibujarme todavía.
J. Luis Rodado no comprendía nada. Por más que miraba al cuadro no conseguía percibir ningún error por pequeño que fuera.
- Lo volveré a intentar mañana, pasado mañana, los días que hagan falta... Lo mejor será probar a una hora anterior. Con más luz, con mucha luz.
- Con más luz es imposible, mejor de noche. Vas a tener que utilizar alguna técnica rara. Una vez alguien intentó pintarme cambiando los colores, como un negativo. La verdad es que, aunque se veía completamente negro, en algo sí que me parecía.

J. Luis, apesadumbrado, le extendió el cuadro para que, por lo menos, pudiera admirar la plaza, el mar, las piedras grises y las alargadas palmeras.
- Toma, es el primer intento. Te lo regalo.
- “Anda, estoy sonriendo”, dijo Luz.

En efecto, entre las sombras de las palmeras y el sonido del mar allí estaba la sonrisa de Luz, y, perfilando la sonrisa, los hermosos labios, la brillante expresión de sus ojos, los albinos cabellos de la muchacha bajo el blanco sombrero.
- Muchísimas gracias. No sabes la alegría que me das. Llevo años buscando algo así.

Y acercándose la modelo besó los labios del pintor.

Que se sepa, es la única vez en la historia que un fantasma, un ser del otro mundo, ha besado a un ser de carne y hueso, como nosotros.

Mientras Luz se marchaba hacia no sabemos donde (insisto, quien quiera saber algo de este personaje lo ha de buscar en un mundo diferente), el pintor acertó a decir:

“Nieves en la plaza del pintor Rodado”, el cuadro se llama “Nieves en la plaza del pintor Rodado”.

viernes, agosto 18, 2006

ME GUSTAS















Le gustas cuando callas
porque estás como ausente.
A mí, cuando te escondes
por detrás de ti misma,
cuando no tienes nombre
anónima perdida.
Me gusta que rebusques
mujer insatisfecha,
pero lo más que te amo
es que te falten fuerzas
mínimamente dignas.

jueves, agosto 17, 2006

El mundo a partir de una baldosa


A la edad de veintisiete años se dio cuenta que se encontraba en el mundo; hasta entonces algo sospechaba pero nunca tuvo una conciencia clara del significado.
Este descubrimiento lo hizo mientras miraba una de las baldosas del cuarto de baño. La baldosa atrajo poderosamente su atención y, al cabo del tiempo, el silencio se hizo patente como una señal clara de confirmación. Durante un instante quedaron aislados él, la baldosa y el silencio, como lo único que era necesario para percibir este misterio, o al menos así fue como a él le pareció.

A causa de la forma cuadrangular de la baldosa concibió el mundo como estructura repetitiva que contenía, capturaba y daba soporte al resto de las cosas, como cuando te invitan a una casa y vas de visita.
Las ciudades, los paisajes, cada niño son así porque el mundo los ha atrapado, los ha hecho suyos asignándoles una posición, una función dentro de él. No hay posibilidad de poder escapar. El mundo consiste en las cosas que contiene.

Pertenecer a este mundo parece increíble, llena de perplejidad. Si hubiera descubierto el mundo oyendo las olas o probando un pastel de chocolate, por ejemplo, la sensación que le transmitiría sería complemente diferente. El mundo no puede ser de otra forma, sino tal y como se percibe. Salió del váter muy callado, contemplando.

Desde entonces se fija más en las cosas, ahora le parecen distintas.

miércoles, agosto 16, 2006

ASOCIACION PARA LA LIMPIEZA DE MONEDAS


Como es bien conocido, las monedas son con diferencia el instrumento de intercambio masivo más utilizado; de ahí la necesidad de su desinfección y limpieza. Nosotros, la asociación para la limpieza de monedas, MCPA (Money Cleaning and Pestering Association), implantada en todo el mundo, realizamos esta importante función social.
Sin nuestra intervención, las monedas serían el principal foco de contaminación y transmisión de enfermedades existente. Piénsese el estado de desamparo en que se encontraba la humanidad antes de nuestra fundación, en 1251, tras la epidemia de peste negra que asoló Europa.
Nuestros agentes voluntarios, diseminados por todo el mundo, se sientan en las esquinas pobremente vestidos, para encubrir de alguna manera la importante tarea que realizamos y que no cunda la alarma social, y solicitan humildemente las monedas. Una vez en nuestro poder son convenientemente tratadas y desinfectadas, poniéndolas de nuevo en circulación.
No obstante, debido a un cambio en los hábitos caritativos de la clase media, hemos observado una disminución preocupante del número de monedas tratadas en los últimos años.
Solemos introducir publicidad en TV de uno de nuestros productos limpiadores: "Cilit Bang", pero el ciudadano medio continúa inexplicablemente sin desinfectar sus propias monedas.
Hace unos años, como medida excepcional, tuvimos que cambiar todas las monedas en la mayoría de los países europeos inventándonos el euro, ya que el grado de contaminación era alarmante.
Otra vez nos estamos acercando a esos niveles sin remedio. Una minoría de personas, altamente responsables, " se olvidan" las monedas en los pantalones y las lavan junto al resto de ropa. Este gesto, muy loable por otra parte, no es sin embargo efectivo ya que únicamente se elimina un 6% de suciedad.
Por favor, conciénciese. Colabore con nosotros. El intento de introducir de tarjetas de credito no ha dado los resultados esperados. Los gobiernos están desesperados pero no se atreven a confesar la amplitud del problema. Somos la única solución posible.


Junta Rectora de la Asociación para la Limpieza de Monedas.
Federación Nacional de los países de España, Andorra y Portugal.

lunes, agosto 14, 2006

DOLENCIA MUSCULAR



Nadie me había alertado de lo que era una consulta “multiactiva”, es decir, donde el diagnóstico se obtiene a partir de pruebas y análisis “in situ”, así que, como era la primera vez que acudía, iba completamente desorientado. Llegué antes de tiempo y una especie de enfermera, muy simpática, sin parecer esforzarse en serlo, me atendió al llegar. Le expliqué mi caso por encima, un pie que se quedaba "dormido", con pequeños calambres, cuando me encontraba inactivo en ciertas poisiciones.
Muy bien, debe ser de la circulación de la sangre. Como en la sala de espera había otro paciente con una dolencia similar a la mía, empezarían enseguida a tomar datos. La enfermera nos presentó. Por lo visto íbamos a seguir la terapia en común. Mientras el doctor disponía de tiempo, debíamos contarnos el uno al otro nuestras respectivas dolencias y cómo creíamos de se deberían resolver. La conversación se estaría grabando. Los datos que se recogen en el inicio son de vital importancia ya que no están influenciados por ninguna de las pruebas posteriores, nos advirtió la enfermera, para que fuéramos tan sinceros como nos fuera posible.
Mateo, el otro paciente, según contaba, no era capaz de doblar la rodilla izquierda tanto como la derecha, por lo que sus andares no eran simétricos. Si continuaba así posiblemente derivaría en una lesión de columna. Para resolverlo, me dijo, se podía mediante un mecanismo limitar el movimiento de la rodilla sana pero él prefería dotar a la otra del movimiento normal.
Iba yo a contarle lo de mi pie, bastante mosqueado, por cierto, pero me dijo que no: como yo era nuevo en esto no conocía las normas, ya que antes de revisar un segundo caso teníamos que formarnos una opinión conjunta sobre el primero. A mí, me parecía bien su planteamiento y no tenía mucho que añadir, pero Mateo no estaba del todo convencido. Me hacía preguntas sobre su rodilla, sobre las formas de andar, se levantaba y ensayaba cada movimiento... En resumen, que estaba yo allí, recién llegado, sin saber absolutamente nada de medicina, intentado convencer a un enfermo, basándome en los disparates que de buenas a primeras se me iban ocurriendo, que el mejor tratamiento posible para él, era justamente el que él mismo había dicho antes. De locos. Como la cosa no avanzaba, entre medias, Mateo me contaba el funcionamiento tan vanguardista de estas nuevas terapias y la total fe que dispensaba al doctor y a sus procedimientos. Son los más avanzados de Europa, fue lo que dijo, sólo comparables a los del Instituto Clínico de La Habana y, por supuesto, a los aplicados, ya en fase extraexperimental, en el Japón.
Por fin, Mateo descubrió algo en su rodilla enferma que lo convenció de manera tajante para ejercitarla. Sin duda, en breve, estaré completamente recuperado, concluyó.
Había llegado mi turno. Le miré de arriba abajo, pero Mateo seguía sin inspirarme ninguna confianza. Le expliqué, no obstante, lo de mi pie y como terapia propuse un par de semanas de reposo y recuperación. Pareció conformarse con mi criterio e incluso lo apoyó con algunas observaciones, pero cuando menos lo esperaba se le ocurrió la teoría de la intervención quirúrgica. Era muy sencillo. Se abría a la altura de no se qué huesos y se exploraban los tendones para disponerlos en la posición correcta.
Iba yo a replicar que no estaba dispuesto en absoluto a operarme, cuando a través de la Megafonía se anunció mi nombre completo. Mateo me indicó que debía de dirigirme a la sala que se encontraba al final del pasillo, hacia donde me encaminé. Enseguida apareció la enfermera, cuya sonrisa se había desvanecido, indicándome que debía seguirla. Entramos en una especie de sala de intervención decorada completamente en blanco donde dos camillas se alineaban en paralelo. Cuando estaba cerrando la puerta, por el fondo, observé como traían a Mateo en una silla de ruedas.

En las intervenciones multiactivistas dobles suelen obtenerse resultados extraordinarios. Mateo y yo fuimos tratados en paralelo con evolución óptima de ambos.
La sana competencia o competición que se establece entre los enfermos potencia la recuperación, incrementándose el nivel de calidad de la sanación y disminuyendo el tiempo de convalecencia.
Si a esto se añade la tarjeta sanitaria por puntos (cada vez que enfermas te quitan puntos y cuando te recuperas, según el tiempo invertido, se van sumando) el nivel de salud aumenta exponencialmente.

Me recuperé, tras dura pugna, antes que Mateo, pese a su larga experiencia (3-2, despues de la prórroga). En la actualidad, tras unas cuantas competiciones sanitarias más, me encuentro en semifinales de la división de "Traumatología: recuperación de extremidades". Como se ve en la imagen, a falta de dos días, voy ganando por 6 a 2. Se puede decir que el año que viene ascenderé a primera división de profesionales: "Cirugía estética".
Ya os contaré como me va en la división de Honor. El objetivo en principio es la permanencia dentro de la categoria, pero no renuncio a nada. Yo creo que podré mejorar bastante: mentón, narices, liposuciones... Quien sabe, puede que el año que viene me encuentre en competiciones europeas.

jueves, agosto 10, 2006

Letra j

j,
juntos hemos vivido mucho tiempo,
tú, que empezaste jaleando
que estás por trabajar,

a tí, j, te pido
jolgorio y jodienda
hasta su término, según el reloj.

miércoles, agosto 09, 2006

El aire tiene alas




A ella le gustaban los pájaros y el viento. Los miraba acercarse juntos, recortados sobre la claridad del campo lejano. No parecía que pudieran existir los unos sin el otro. Cuando los pájaros vienen, las ramas se curvan y suben hasta arriba las cometas.
Todavía lejos, los miraba de frente, confundidos, y el aire en sus cabellos, que era quien llegaba primero, le hacía que creyera que también, algún día, ella se iría como cualquier otro pájaro.

lunes, agosto 07, 2006

PREMIO ÚNICO



Cuando a Henar le tocó la lotería se puso muy contenta y como no sabía muy bien lo que tenía que hacer, hizo lo primero que se le ocurrió que fue subirse a la terraza y ponerse a bailar. Allí fue anocheciendo y como se le había olvidado la música abajo estuvo bailando mirando a las estrellas hasta que parecida a una de ellas se fue quedando dormida, como si fuera un sueño.

El día siguiente no llegaba (las noches en una terraza suelen hacerse muy largas) y la cabeza de Henar, a causa de la excitación que provocan los deseos largamente anhelados, empezó a impacientarse, llegando incluso a dudar que la fortuna le hubiera sido tan favorable. Como su cabeza se impacientaba, Henar le encargó varios ejercicios. El primero consistía en meditar acerca de lo que, en estos casos, resultaba conveniente hacer. Y la verdad fue que tuvo mucha suerte, ya que enseguida, mucho antes de que lo tuviera resuelto completamente, se hizo de día y pudo ponerse manos a la obra.

Estas eran las actividades que la cabeza de Henar, en su análisis, había dispuesto ejecutar de manera secuencial durante la mañana siguiente :

  • Bajar de la terraza
  • Bajar al baño y lavarse
  • Desayunar leche con miel y tostadas
  • Deshacer la cama
  • Comprobar que el billete de lotería existía
  • Bajar a la calle y comprar el periódico
  • Comprobar que el número del billete de lotería coincidía con el número premiado que viene en el periódico
  • Ver el premio que le había correspondido y apuntarlo en un papel.
  • Almorzar té con limón y galletas saladas
  • Ir a donde tuviera que ir para que le dieran el premio.

No obstante, como ya era muy rica, Henar se dio cuenta que no tenía por qué seguir instrucción alguna por mucho que hubiera sido su cabeza quién la hubiera decidido, así que trastocó los planes y se quedó en la terraza sin querer bajar.

Mientras, en el piso 3º-A había un terrible revuelo. Se descubrió que Henar no había pasado la noche allí, debido a que nadie la había escuchado lavarse y, además, para colmo, su cama no estaba deshecha. Se pusieron a buscarla por todos los sitios, sin resultado.

Llamaron a todas sus amigas, en casa de las cuales, en ocasiones especiales, fingía irse a dormir cuando en realidad se iba a dormir a otro sitio.

Como sus amigas no estaban avisadas, no sabían bien qué decir y se inventaban excusas inverosímiles que, únicamente, provocaron un gran desasosiego en el ánimo de su enormemente desgraciada abuela, que era quien más la quería, aunque no solía demostrárselo.

Estas fueron las excusas que, desde el más puro desconocimiento, inventaron en cuestión de breves segundos las amigas de Henar:

Eva: Henar había dormido en su propia casa, pero, a la hora de marcharse, se había quedado encerrada en el ascensor con otra amiga. En pocos minutos llegaría el técnico y las rescataría.

Laura: Al día siguiente tenían un examen de Ciencias Sociales y Henar se había quedado a estudiar toda la noche con una amiga cuyo nombre no recordaba. Si querían encontrarla debían ir al instituto a las 12:00, hora del examen.

María: Henar había salido de su casa hacía unos cinco minutos. Iba en un taxi. Si el tráfico no presentaba problemas, estaría a punto de llegar.

Cuando estaban a punto de llamar a la policía, a Henar le dio por bajar de la terraza y confirmó lo que realmente había ocurrido. En efecto, había estado estudiando Ciencias Sociales en casa de Eva, quedándose encerrada con María en el ascensor, a la cual, después del susto, había acompañado en un taxi a su casa.

También les dijo que le había tocado la lotería y que ahora se iba a cobrar el premio, aunque a esto último nadie prestó atención, no se sabe si porque no se creyeron nada o únicamente esto último.

viernes, agosto 04, 2006

La boca de Henar


La boca de Henar es pequeña, parece como si no existiera. El caso es que está ahí, equidistante, a medio camino entre la curva de la garganta y el nacimiento de la nariz, pero no deja de ser una leve insinuación sin importancia.
Henar nunca abre la boca, no habla, le da vergüenza. No sé, si de pronto se pusiera a articular palabras como cualquiera de nosotros, yo creo que nos miraríamos los unos a los otros asombrados, intentando descubrir de donde podrían proceder aquellos misteriosos sonidos.
Henar tampoco come, tampoco bosteza. De no utilizarse, los labios de Henar, han ido adquiriendo un tono blanquecino, algo amoratado, como la palidez de un difunto asustado.
Henar, en lugar de hablar, mira, hace gestos con las manos, y, sobretodo, sonríe. Entonces, la cara entera se le ilumina como si, en medio de la noche, un alubión de rayos inundara un espejo. Se diría que desde siempre ha estado sonriendo por la intensidad del brillo que desprenden sus ardientes pupilas, su felina mirada.
Con Henar se puede ir al campo, al cine, a los bulevares llevándola por la cintura. En el centro de la oscuridad cobra protagonismo. Mirándola parece que se mirase una lejana leyenda sobrecargada de significados. Mirándola parece que una pregunta oculta se hace presente como si fuera una piedra. Entonces los pequeños labios comienzan a cobrar vida, a latir con el volumen de una respiración incasable, a crecer hasta ocupar las aceras, los patios, las pantallas de los cinematógrafos y se te acercan al centro de tu diminuta cara hasta que el calor del movimiento de la saliva te absorve tanto que quisieras decir: “Yo también te quiero”, pero no puedes.

jueves, agosto 03, 2006

10 DE LA NOCHE


A partir de las 10 de la noche tengo la costumbre de apagar las luces y empezar a reírme. Lo hago casi todos los días, es mi único vicio.
Como ya es tarde y la verdad es que no se ve nada, empiezo a reírme de los golpes que, sin ton ni son, me voy sacudiendo en mi desesperado deambular, ya que, en contraposición con mi naturaleza tranquila, en cuanto la luz desaparece no me puedo estar quieto, así me maten. Después de los primeros impactos de calentamiento y, posiblemente a causa de ellos, la euforia va apaciguándose y en su lugar me domina una serena calma.
A estas alturas me encuentro tirado en cualquier rincón de la casa que, por supuesto, desconozco. La siguiente preocupación que me inquieta consiste en procurar moverme lentamente para evitar los destrozos de los pocos objetos ilesos que todavía resisten en la casa. Cada caída supone un nuevo acicate para mis irrefrenables ganas de reir. Presto atención, me muevo con cuidado. Me aguanto las carcajadas como puedo. A lo lejos escucho a mis vecinos, los cuales tienen ocurrencias parecidas a los mías. Ellos también suelen emplear la oscuridad con alevosía, pero en lugar de reírse, a ellos les da por quejarse mucho y sobre todo llorar. Les gusta muchísimo llorar:
"¡Ay, ay, como me duele la rodilla, he debido arrearme contra el radiador!"
Imagino la pierna hinchándose y muerdo con agonía mi propio brazo para reprimirme y por lo menos no llegar a mearme de risa.
"¡Ay que lástima, donde estará mi pobre hijo. Solo tenía 17 años!"
Sí, es verdad, sólo tenía 17 años, pero bien que nos jodía subiendo y bajando con la moto a todo trapo.

Me desespero, ¿cuando conseguiré llegar al interruptor para poder parar de reirme?. Siempre igual. Un día tras otro, siempre lo mismo, sin remedio. No puedo superarlo. Poco a poco voy tomando conciencia de la situación en que me encuentro. Una terrible tristeza se apodera de mí.
¿Qué estoy haciendo con mi vida?. ¿Cómo no acabaré de una vez con todo esto?.
Un nudo me aprieta la garganta. Casi me cuesta respirar. Las lágrimas se agolpan en los ojos y empiezo a gimotear entrecortado, como un niño.

A lo lejos escucho de nuevo a mis vecinos. Los muy cabrones no paran de troncharse de risa.