jueves, diciembre 28, 2006

LABIOS



Labios
como huchas
y como corazón
entero.

Labios
juntos
muchas veces.

Cuando llegamos
cuando nos vemos
cuando nos vamos
cuando te sueño,
PORQUE YO TE SUEÑO,
y aunque tus labios
sean reales
y puedan medirse
yo les quito
la forma
y me los quedo
en mi pensamiento

miércoles, diciembre 27, 2006

ISLA CON NOMBRE DE MUJER

Isla sola.

Pequeña
y sola.

Solamente
con el mar
que la abraza.

Únicamente mar ( y cielo)
Con los brazos
de sus olas
por la cintura.
de arena.

Con los pájaros
navegantes
atraídos
por la propia roca,
y la suavidad
de orilla.

Donde se junta la sal
con la noche
que aparece
por el horizonte
lejano
de miles de estrellas
que giran en torno
al son
de la isla
única.



martes, diciembre 26, 2006

CITA



Llegué hasta tu calle con la ilusión intacta, pero una vez allí, desapareció.
En diciembre hace frío y hay que esconderse las manos en los bolsillos y la boca detrás de la bufanda.
En diciembre, las tardes desaparecen casi tan pronto como desaparecieron de las calles los tranvías tirados por caballos. En su lugar se encendieron farolas amarillas, sustituidas a su vez por focos blancos, azulados y solos, igual de solos que los árboles, aunque hayan puestos tantos y de proporciones similares.

Si por lo menos hubiera sido Abril, cuando a las fuentes se aproximan las mamás y a las mamás, las palomas. Y a las palomas, con las alas plegadas y el pico abierto, niños anhelantes que se creen que pueden atraparlas.
Si por lo menos no fuera tan tarde. Si no tuviera que comprar algo en la pastelería de la esquina con que paliar esta espera innecesaria y triste.

Pero bueno, al final viene. Va llegando desde unos 50 metros cuesta abajo que hay. Despacio, con el vaho en pequeñas nubes que se van dejando atrás, con la nariz y las orejas tan heladas como rojas y, mientras llega, me voy olvidando de diciembre, del frío, de los pasteles innecesarios y las farolas amarillas...

Porque cuando llega, no sé por qué, pero hay que sonreír.

miércoles, diciembre 13, 2006

SEBASTIAN PELÁEZ REBELA, EN EXCLUSIVA Y EN SU PROPIO BLOG, LOS PRIMEROS RECUERDOS DE LOS QUE SE ACUERDA


Me llamaba Sebastián y venía dándole vueltas al montón de tiempo que llevaba por aquí. Con 'por aquí', me refiero al mundo, es decir al tiempo que llevo vivo, que es mucho. La verdad es que todavía me resulta sorprendente estar aquí, casi como al principio.
Siempre he pensado que esto era como un broma, pero últimamente me parece que ya no es así. ¿Por qué razón puede ser la vida una broma?. Más bien habría que decir que tu tiempo es algo más que serio, Sebastián.
Otra cosa curiosa es que, a pesar de que ha pasado mucho tiempo, no tengo tantos recuerdos. Quizás haya olvidado algunos o me haya inventado otros mejores. ¿Cuánta puede ser la fiabilidad de tus recuerdos, Sebastián?. Bastante, yo creo que bastante, aunque no tenga razones para argumentar.
La primera cosa que recuerdo ocurrió cuando tenía alrededor de 3 años. Ya en aquella tierna edad estaba muy interesado en el cálculo del transcurso del tiempo. ¿Cuánto tiempo se tarda en llegar desde la casa de mi abuela hasta mi propia casa y cómo podía saber que casi estábamos llegando, teniendo en cuenta que me llevaban en brazos y que tenía que tener los ojos cerrados?
Un problema muy interesante que había que resolver sobre la marcha, sin prácticamente ninguna referencia ya que, al ser éste mi primer recuerdo, no deberían existir para mí recuerdos o informaciones anteriores, pues posiblemente ése fuera el día en que aprendí a recordar.

Repasemos la problemática.

Tenía que fingir que dormía durante el trayecto, unos 100 metros, ya que no quería ir andando. Luego tenía que simular despertarme justamente al llegar a mi casa, así podría seguir jugando. Es decir, lo primero que recuerdo es intentar engañar a mi propia madre. Si para engañarla tenía que aprender a recordar, pues se aprendía.

CÁLCULO TEMPORAL
Debía tener algo menos de 3 años, porque esa es la edad que le saco a mi hermano más pequeño, que de haber existido en ese momento hubiera ocupado el regazo de mamá. 3x365=1095. Mil noventa y cinco días sin un sólo recuerdo que se sepa.

¿Sebastián, estás dormido? No podía decir que sí, porque se descubriría la trampa.
Ya hemos doblado la primera esquina, me dije a mi mismo, todavía tienes que esperar. Por lo tanto, antes de este primer recuerdo tenía que tener memorizado el trayecto, lo cual desbarata bastante la teoría: ¿qué fue antes el primer recuerdo o los datos incluídos dentro del primer recuerdo?.



Muy posteriormente, se ha comprobado que entre la casa de mi abuela y mi propia casa hay dos esquinas, una se tuerce a la derecha y otra a la izquierda, por lo tanto la información que disponía Sebastián, según él mismo recuerda en su primer recuerdo, era cierta.
Ya faltaba muy poco para llegar, por lo tanto había que ir pensando en despertase, aunque todavía faltaba la segunda esquina.

Aquí termina mi primer recuerdo. No consigo recordar nada más. En realidad tuve que llegar a mi casa porque si no, todavía estaría en brazos de mi madre esperando a que torciéramos la segunda esquina.

No. He mentido, no terminaba allí mi primer recuerdo, porque me acuerdo de algo más: me dije a mí mismo "la próxima vez debes despertarte antes porque si no te quedas dormido y no puedes jugar".