TRANSFORMACIONES MÁGICAS (o cómo sacar un conejo de una chistera en el mundo real)
Aunque no sean del agrado de la lógica o la razón, las transformaciones son mucho más comunes de lo que se piensa y ocurren cada día, en cualquier lugar y en multitud de circunstancias.
Quizás no estemos preparados para aceptar toda la vorágine que estos cambios acarrean y, por ello, subjetivamente, los escondamos tras una pátina de ciertas dudas o incredulidad.
Por ejemplo, todos nosotros sabemos, aunque oscurecido por la lejanía del tiempo, cómo unos ratones y una calabaza se convirtieron en la impresionante carroza que llevó a Cenicienta al baile en palacio junto a su príncipe.
Del mismo modo, también hemos visto delante de nuestros propios ojos cómo se transforman pañuelos en palomas y objetos inanimados en blancos conejitos, eso sí, con la ayuda inestimable de una chistera.
Quién no ha visto a un primo suyo transformarse, de la noche a la mañana, en un temible guardia civil dotado de la facultad de poner multas, por ejemplo, o, a la niña del piso de arriba que, por el arte de birlibirloque, se convierte en una imponente mujer, detrás de cuya belleza, desde que se produce el descubrimiento, se nos escapan sin querer los ojos.
Estas sí que son grandes transformaciones mágicas, muy bonitas por cierto y que llenan de nuevas expectativas las vidas, de otro modo más uniformes.
Igual que un sol radiante se puede convertir en un día nublado, también sobre una persona puede acudir la lluvia, la tormenta o producirse un limpio amanecer inesperado.
Imagínate que mañana, sin ir más lejos, tu propia mujer, con quien llevas felizmente conviviendo durante años, se convierta en una desconocida con quien ni siquiera hablas.
Así de magníficas son las transformaciones mágicas que cada día suceden y aquí expongo, para general conocimiento de despistados.