martes, diciembre 26, 2006

CITA



Llegué hasta tu calle con la ilusión intacta, pero una vez allí, desapareció.
En diciembre hace frío y hay que esconderse las manos en los bolsillos y la boca detrás de la bufanda.
En diciembre, las tardes desaparecen casi tan pronto como desaparecieron de las calles los tranvías tirados por caballos. En su lugar se encendieron farolas amarillas, sustituidas a su vez por focos blancos, azulados y solos, igual de solos que los árboles, aunque hayan puestos tantos y de proporciones similares.

Si por lo menos hubiera sido Abril, cuando a las fuentes se aproximan las mamás y a las mamás, las palomas. Y a las palomas, con las alas plegadas y el pico abierto, niños anhelantes que se creen que pueden atraparlas.
Si por lo menos no fuera tan tarde. Si no tuviera que comprar algo en la pastelería de la esquina con que paliar esta espera innecesaria y triste.

Pero bueno, al final viene. Va llegando desde unos 50 metros cuesta abajo que hay. Despacio, con el vaho en pequeñas nubes que se van dejando atrás, con la nariz y las orejas tan heladas como rojas y, mientras llega, me voy olvidando de diciembre, del frío, de los pasteles innecesarios y las farolas amarillas...

Porque cuando llega, no sé por qué, pero hay que sonreír.

1 comentario:

Anónimo dijo...

:) sí