lunes, septiembre 25, 2006

HAY, HAY UNA FUENTE


Debajo de la roca,
poblada de juncos
está
la voz de una fuente.

Oscura en la tarde,
la fuente se alegra
con el destello
de los primeros gorjeos.

El agua, que es lisa,
se riza y ondula
llegando a la orilla.

Los sapos se asustan
de sus propios saltos
sabiéndose feos.

Pensar en bañarse,
tirarse a la fuente,
como si no fuese cueva,
como si pozo no fuera.

viernes, septiembre 01, 2006

PALABRAS















Palabras antiguas desde la garganta.
Urdimbre de palabras recorriendo la lengua,
colgadas del aire en tu busca,
atrapando tu atención para que te acerques,
recostándose cuando te recuestas,
respiradas cómo tú las respiras.

Susurros con hambre,
volcados como secretos
sobre el pozo de tus orejas pequeñas,
seduciendo igual que si te mirara la luna fijamente,
mintiendo
sin ningún aliento de duda.

Palabras iguales
pero ahora escritas en la piel de las manos,
en la piel que se eriza como siguiendo voces,
palabras escritas a lo largo de toda la espalda curvada,
palabras rítmicas que ya no se paran,
que no sabes quién de los dos las pronuncia,
que te han hecho su presa,
buscando tu grito,
tu rendición,
tu chillido único.
Tu palabra.

MERIENDAS

Al principio se merendaba pan y chocolate. Después, para facilitar la mezcla, se sustituyó el chocolate por “nozilla”, que se unta fácilmente con la ayuda de un cuchillo.
En la actualidad, las meriendas son variadas y cada cual, según el día, merienda una cosa diferente, lo que más o menos le parece bien, dentro de lo posible.
Pues bien, ayer, mientras merendaba chorizo de Pamplona, vi un árbol un tanto particular. No nacía directamente de la tierra, sino desde el interior de un pozo. El pozo debería tener alguna grieta que, en contacto con la tierra y con la humedad inherente, se había convertido en un terreno muy fértil.
Quién sabe, quizás alguien, cualquier tarde, haya merendado un melocotón, por ejemplo, y, sin darse cuenta, el hueso del melocotón haya acabado justamente en el nido que un vencejo había construido sobre la grieta antes de la emigración. De ser esto cierto, nos encontraríamos ante un ejemplar de melocotonero, cosa que todavía está por confirmar.
El árbol es fuerte, pero solo se le ve un poquito desde fuera, aunque ya el resto de los pozos se han dado cuenta del hecho. En la zona de las meriendas siempre ha habido multitud de pozos, donde poder arrojar piedras y gritar para escuchar el eco.
Al principio , cada uno íbamos al pozo que nos parecía bien, pero, para facilitar la mezcla, después nos fuimos juntamos por grupos alrededor de aquellos que tenían ya cierta clientela. A partir de ahora, mucho me temo, que todos querremos merendar junto al pozo del árbol y, cuanto más crezca, más piedras, más gritos, más meriendas diferentes bajo su protectora y distinguida sombra.