PEMPERE EN SU VERDADERA CASA
Pempere un día llegó a su casa, pero no tenía.
Al principio no le gustó.
Enseguida comprendió que eran mucho mejor los cartones abatibles.
Un detalle de interés: al parecer, dan dinero por ir de árbol en árbol.
No contento con todo ello, dejó dejó de comer y de lavarse (muy mal hecho, por cierto) .
El corazón y la cruz azul iban descendiendo hacia abajo.
No tenía casi puntos, pero le gustaba.
Era un muñeco virtual inconsciente.
Pempere recuerda aquel día con amoroso cariño.
Casi fue libre, y era dueño de la noche, aunque tuvo miedo.
Es verdad que nadie lo quería (olía mal y no tenía buen aspecto), pero su amor propio abarcaba la cuestión internacional incluyéndose a sí mismo, es decir, se extendía.
¿Cuando los guardias civíles tengan que disparar sobre nosotros, cambiarán de bando?, se preguntaba, como cuestión muy importante.
Al final dijo que sí (pudo decidir cualquier cosa, ya que estaba solo).
Desde este mismo momento (no sé cuando), podemos afirmar que se equivocaba, aunque no podemos afirmarlo del todo. Es decir, de manera absoluta o sentimental.