martes, junio 12, 2007

DE LA TRANSMUTACIÓN DE DON BALTASAR DE LA BARRACHINA

Ayer, a las cinco de la tarde, en la Plaza Mayor, vino a su verdadero ser Don Baltasar de la Barrachina. Desde entonces, ha mantenido su personalidad característica y puede decirse bien alto que Don Baltasar es quien desde siempre debió haber sido, y quien, de aquí en adelante, continuará siendo, aunque a algunos les pese.
Podría decirse que apenas cuenta con unas cuantas horas de vida y ya dispone de 59 años de edad, dos hijas, cuantiosas propiedades y una envidiable soltura para la compra venta de partidas de cereal.
Antes, o no era nadie, o nadie recuerda qué otra personalidad había adoptado circunstancialmente. No existen referencias, ni orales, ni escritas, aunque, si las hubiera, posiblemente se silenciarían.
El servicio documental de mirillas es incapaz de formular siquiera una hipótesis razonable y se encuentra en entredicho.

A Don Baltasar, que disfruta con lo que hace, le gusta la caza, pasearse por el término municipal de Fuencisla a bordo de su todoterreno, las entrevistas con los capataces para conocer el estado de su economía y reunirse en el Circulo “La Tertulia” con un selecto grupo de amistades consolidadas.
Llegar a ser Don Baltasar no ha debido ser, ni mucho menos, fácil. Una persona respetada y apreciada por todos, con una trayectoria profesional avalada por la seriedad y el riguroso cumplimiento de los compromisos, que jamás perjudicó a nadie, en fin, lo que se suele llamar un hombre de negocios limpio de polvo y paja.

¿Cómo habrá podido conseguir tal cantidad de crédito y prestigio en tan reducido periodo de tiempo? es algo que muchos se preguntan y no aciertan a explicar, aún cuando se sabe que el volúmen de transacciones comerciales que es capaz de cerrar con total satisfacción por ambas partes es muy elevado.

En la actualidad, dispone de los beneficios que le han proporcionado, por una parte, sus hábiles operaciones y, por otra, de las rentas de sus extensas propiedades, las cuales no han llegado a sus manos a través de la herencia de ningún antepasado, sino exclusivamente como resultado de su loable esfuerzo personal.
Don Baltasar es un hombre que se ha hecho a sí mismo y lo ha conseguido en tiempo récord. No se recuerda un caso similar en los anales de la fuencislense historia.
Muchos otros antes que él también llegaron a una envidiable situación similar, pero de todos eran conocidos los innumerables abusos que habían cometido en su proceder a lo largo del tiempo, aunque, por temor a las posibles consecuencias, no se comentaban abiertamente los detalles formando parte del escabroso subconsciente colectivo tan abundante en todo tipo de sociedades desarrolladas.

El caso de Don Baltasar era harina de otro costal, aunque harina al fin y al cabo.

Como no podía ser de otro modo, estaba Don Baltasar orgulloso de sí mismo, cosa que demostraban abiertamente sus educadas maneras y su porte señorial. Quienquiera que sea el que ha conseguido llegar a ser nuestro Don Baltasar únicamente merece elogios, independientemente de los caminos que haya emprendido para lograrlo.
Mucha gente está constantemente intentando cambiar. Quieren cambiar su aspecto, su trabajo, sus ingresos, incluso hay quienes quieren cambiar hasta su propio país y se lanzan a la aventura en peligrosísimos viajes, pero... ¿cuántos, en verdad, lo consiguen y de qué manera? Yo diría que muy pocos.
Pues bien, Don Baltasar consiguió todo esto subrepticiamente. Ayer, a las cinco de la tarde, no era nadie, nadie lo conocía, pero mediante una transmutación, la misma a la que se sometió íntegramente todo Fuencisla, se convirtió en el propio Don Baltasar a quien todos admiramos respetuosamente y a quien nos gustaría sinceramente imitar en su principales virtudes.
Ojalá, en Fuencisla, hubiera muchos Don Baltasares. Ojalá todos fuésemos como él: trabajadores, optimistas y con el humor de quien se sabe señalado por el destino aunque, obviamente, esto no es posible. Debe haber Baltasares, es cierto, pero también muchos Melchores y Gaspares que equilibren y contrarresten la balanza de la vida.

No obstante, no todo era de color de rosa en la vida de Don Baltasar. Un asunto le traía preocupado últimamente. Resultaba que un terreno rústico de su propiedad había quedado fuera del último plan urbanístico de la ciudad con la consiguiente pérdida patrimonial. Era pues necesario la intervención de sus influencias administrativas para corregir estos equivocados planteamientos. El problema consistía en que, debido a la rapidez con que Don Baltasar había llegado a su ‘status’ actual, estas influencias todavía eran inexistentes.
Afortunadamente, la hija mayor del negociante, fruto también de la transmutación fuencislense, se había casado en primeras nupcias con el Registrador de la propiedad de la localidad, el cual, en señal de buena voluntad con su suegro, resolvió el asunto de un plumazo, como tantos otros.





Muchos fueron los fuencislenses invitados a la ceremonia del casamiento que se celebró por todo lo alto.
A las puertas de la parroquia de Santa Gadea, el pueblo entero esperaba la salida de los novios y muchos de nosotros llegamos a emocionarnos ante la sensación de felicidad que la joven pareja transmitía.
Era, mismamente, como si fueran príncipes, dijo a mi lado una señora vestida de negro.

1 comentario:

Mar dijo...

No podía faltar una boda de "pro" ¡Vivan los novios!!!