HUMO MARCHÁNDOSE.
Sacó de nuevo su cigarro y continuó chupándolo sin interés.
El humo, en principio, no parecía peligroso, aunque desde siempre le recordaba como en su infancia le había atraído el brillo y el calor de su compañero el fuego, quizás por suponer a éste último únicamente compuesto de aire, aire con colores brillantes, como los juguetes mecánicos que parecen desde fuera conm movimientos propios, aunque a veces se rompan si se desarman definitivamente.
Fumar le provocaba evocaciones.
Desde los lugares del pasado venían, diluyéndose pronto y huyendo hacia arriba como el verdadero humo que eran. Solo un instante permanecían en el interior, y ese espacio era tan pequeño que no le daba verdadero tiempo a reconocerlos en alguna otra apariencia más comprensible.
Se le quedaban como en la punta de los dedos, sin poder llegar a identificarlos como a él le hubiera gustado y muchas veces sucede con otros rostros o situaciones más cotidianas o repetidas.
Sabía que algún día de su vida había estado con aquello que, de esta manera, volvía para no quedarse perdido o, más misterioso todavía, quizás aún no lo conociera ni lo hubiera visto nunca. Quizás, ni siquiera lo hubiera sospechado.
Cualquier día en el futuro todavía lejano aparecería más frontalmente para hacerse palpable. De momento, solamente pasaba por allí, próximo y cercano, vaporoso, como para dejarle en la boca el sabor distante de un aviso.
Aviso premeditado con que las cosas relativamente importantes y que marcan nuestra forma de vida se suelen hacer preceder.
1 comentario:
Mientras no ciegue tus ojos vamos bien...
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