jueves, marzo 06, 2008

HACIA MIAMI

Diez horas dentro de un avión se pasan muy rápido ya que hay muchas cosas por descubrir.
En el interior de un avión con destino a América, aunque no lo parezca, es posible ejecutar infinidad de actividades. Además, todo es tan novedoso que incluso la forma de hacer las cosas más elementales cambia sustancialmente.
Por ejemplo, debido a la falta de espacio, las acciones a bordo hay que ejecutarlas con cierto sigilo y medio a cámara lenta, de otro modo se puede molestar al resto de pasajeros o incluso a la eficiente tripulación.
Los entretenimientos principales que recomiendo son los siguientes:
§ Mirar por la ventanilla el ala del avión.
§ Mirar prudentemente lo que hace en el ordenador el vecino de al lado.
§ Sacar y volver a meter en su sitio las interesantes revistas de que dispones.
§ Quitarte y ponerte el cinturón de seguridad, de vez en cuando.
§ Estar muy pendiente del brazo del compañero de al lado para ver quién de los dos es quién ocupa el lugar de apoyo del sillón.
§ Pedir café con leche y comprobar con incredulidad su extraordinario sabor.
§ Intentar dormir en diferentes posiciones.
§ Buscar algún lugar donde apoyar la cabeza, cosa imposible.
§ Mirar el reloj.
· Desesperarse.

Todas estas actividades son amenizadas por la presencia de los auxiliares de vuelo que circulan de aquí para allá inmersos en importantes funciones.
Constantemente tienen ocupados los pasillos en sus desplazamientos, así evitan que nos movamos o podamos ir al aseo y, ya de paso, hacen ejercicio. En ocasiones, para bloquear definitivamente el paso, se acompañan de sus enormes carros, haciendonos creer que van a traer la comida, cosa muy esperada y deseada por el hambre de todos.

La comida, pues al final la traen, se compone de:
· 100 ml de agua (si pusieran más podríamos tener la necesidad de ir al baño)
· Un trocito de pan muy pequeño. Detalle muy importante ya que inicia nuestro periodo de adaptación a la nueva alimentación. En Ecuador directamente se come sin pan.
· Cinco uvas de postre. Al parecer, antes daban seis, pero un avispado ejecutivo calculó los grandes beneficios que suponía para la empresa la supresión de esa insignificante uva que redondeaba la media docena.
· Mantequilla, según parece para untarla en el pan. Que alguién le diga al ejecutivo que puede ahorrársela.
· Una suculenta ensalada, en las proporciones calculadas milimétricamente por el mencionado ejecutivo.
· Cubiertos de plástico. Si fueran de otro material los terroristas de a bordo nos asesinarían a todos.
· Un poquito de sal y pimienta.
· Una salsa rara para la ensalada.
· “Chicken or beef”. Es opcional. Yo muevo la cabeza diciendo que sí, que quiero comida. Por increíble que parezca este plato está muy bueno.
· Un paquetito con galletas, también están buenas.
· Una servilleta de papel para arrugarla y tirarla, pues en tan poco sitio y sin poder moverse no hay forma humana de poder mancharse. Un detalle, para tomar el vaso y dar un trago de agua hay que pedir permiso al de al lado, ya que éste debe dejar de cortar con el cuchillo momentáneamente. Se puede, no obstante, masticar libremente cuanto se quiera. Las diferentes bocas están situadas a una prudente distancia de seguridad para evitar mordiscos.

Por si fuera de interés para los ejecutivos que realizan los cálculos de aprovisionamiento, logísta y atención al pasajero, aporto mis sugerencias al respecto que consisten en incorporar un paquete de supervivencia, junto al chaleco salvavidas, con la excusa de proporcionar los útiles que necesita el pasajero hasta su rescate, en el improbable caso de amerizaje de emergencia. El paquete, cuidadosamente embalado, contendrá lo siguiente:
· Una cantimplora con pajita de, al menos, tres litros de capacidad. Así el pasajero poco pedigüeño podrá beber todo el agua que quiera sin necesidad de pasar sed durante el viaje y sin que ésta se derrame.
· Un potente somnífero para utilizar en el caso de tener que suicidarse por encontrarse a la deriva en el océano sin esperanzas y paliar así los sufrimientos inherentes a esta agonía. De esta manera podríamos dormir.

Con esta sencilla fórmula no solo nos ahorraríamos una uva, sino, quizás, las cinco restantes, ya que la somnolencia suele disminuir el apetito.
Desde aquí me ofrezco a cualquier compañía, aérea, marítima o terrestre, que necesite contar con un organizador innovador, capaz de ideas progresivas. Prometo los mismos resultados o incluso superiores a los del famoso ejecutivo de la uva.
También, desde aquí, pido perdón por anticipado a todos los posibles afectados.

Por último, cuando parecía que el viaje no tendría fin, se produjo la ansiada maniobra de aterrizaje, cuyas emociones no describo por haber cerrado cobardemente los ojos y tener los oídos tan taponados que no escuchaba ni las instrucciones que daba el capitan del aeroplano, ni los gritos de socorro que sin duda se produjeron. Como iba diciendo, fue un aterrizaje completamente normal. Durante los siguientes veinte minutos nos mantuvimos absolutamente parados. Según parece, estábamos esperando a que se liberasen las vías de acceso al aeropuerto, a la vez que, posiblemente, el comandante de vuelo aprovechaba para recuperarse y tomar aliento.

Fue un verdadero alivio abandonar el avión, cosa que hicimos por nuestro propio pie, aunque enseguida nos dimos cuenta de nuestro tremendo error.
En efecto, una vez en tierra, se iniciaron las muy necesarias maniobras de coacción y acoso policial. Se diferenciaban de las padecidas en Madrid en que aquí, por encontrarnos en los Estados Unidos de América, cuna de la libertad, son mucho más temibles.
Con los oídos inutilizados, mi única escapatoria consistía en leer los carteles claramente descriptivos para una persona angloparlante. Visiblemente mareado, opto por seguir al viajero que me precede vaya a la cola que vaya. Creo ver puntos rojos sobre mi camisa. Posiblemente estaré en el punto de mira de algún arma automática con dispósitivo de encañonamiento láser. Veo una luz al final del túnel. Posiblemente ya haya sido abatido y vaya a encontrarme con el ser supremo.

El ser supremo no es Florentino Pérez, sino un oficial de policía identificado con una tarjeta con apellido hispano. En lugar de blanco resplandeciente, viste de negro, aunque se le ve completa y absolutamente feliz. Como no podía ser de otra forma el ser supremo se expresa en el idioma inglés. Le entrego los formularios verde y blanco que he rellenado en el avión poniendo NO en todos los sitios posibles, naturalmente, sin saber lo que dicen. Se inicia el interrogatorio. Me pregunta cómo me llamo, cual es mi nacionalidad y dónde vivo.
Ante la presencia del ser supremo los oídos han dejado de molestarme, además hablo y entiendo perfectamente el idioma: Javier, Spanish, Madrid.
En esta nueva dimensión espiritual, las cosas son muy sencillas, incluso el inglés resulta comprensible.
Me toman las huellas dactilares de los dedos índices de cada mano y me hacen una fotografía. Posiblemente el ordenador esté calculando mi destino que, sin duda, debe ser el purgatorio.
Sufro un pequeño bloqueo temporal. De las siguientes preguntas ya no entiendo nada, he perdido el don de lenguas. El oficial se pone nervioso y repite las preguntas más lentamente. No hay esperanza, el don de lenguas ha desaparecido por completo. Temo una condena eterna más cruel que el mismísimo purgatorio.

Milagrosamente y debido a la cantidad de gente que me sigue en la cola, el don de lenguas aparece, en este caso, en el policía que ahora se expresa perfectamente en castellano.
El ser supremo se ríe. Dice que nos hablaba en inglés para que lo fuéramos prácticando y, por último, en un derroche de consdescendencia, nos da la bienvenida a los Estados Unidos de América.
A mi compañera María José le hace mucha gracia la ocurrencia. Estos americanos en el fondo son muy atentos y divertidos. Yo pienso otra cosa que me reservo, al menos hasta que esté fuera de este magnífico y próspero país.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Así contado desde luego no dan ganas de viajar en avión. Menos mal que luego llegas a donde sea que vayas y se te olvida todo... ¿o no?
Como soy vegetariana ¿podré cambiar mi "Chicken or Beaf" por otra ensalada?, igual tengo que practicar el ayuno.
Oiga... un beso y eso

Corpi dijo...

Joder tío. Yo creo que es más seguro cruzar el Atlántico nadando que en avión, pues si no te come un tiburón, lo peor que te puede pasar es que te caiga sobre la cabeza un avión que va a América.