martes, noviembre 28, 2006

CUENTO LEJANO



Estaba yo por aquí sentado en mi mesa, cuando me pareció escuchar una voz lejana que decía:
- Oye, vamos a escribir un cuento.
- Bueno.
- Un cuento de un lugar lejano, pero con plazas parecidas a las nuestras. Un cuento inventado, pero que parezca que está ocurriendo de verdad.
- Vale.

En un lugar muy lejano, tanto que, aunque sus plazas eran iguales a las nuestras, nadie lo sabía, vivía un cuentista que alguien se había inventado. Con el cuentista pasaba lo mismo que con las plazas, es decir, era casi igual que yo mismo, que soy el cuentista de aquí, pero nunca podíamos coincidir salvo en este cuento, debido a la lejanía tan lejana que había.

- Oye, perdona, pero el cuento, aunque sea inventado, tiene que parecer que está ocurriendo y tal y como lo llevas está claro que tú eres el de verdad y yo el que no existo. Así que déjame a mí un rato, que esto no hay quien se lo crea.
- Bueno, de todas maneras no creo que nadie se lo crea, por más vueltas que le des.
- Eso ya lo veremos.

Al principio, las voces que se oían en el cuento eran la manera que teníamos de comunicarnos, pero en seguida caímos en la cuenta de que el sonido no puede propagarse a través de estas enormes distancias. Así que esas voces, esas palabras llegaban de alguna otra manera, pero ¿cuál?.
El cuentista se quedó pensado, pero no encontraba ninguna respuesta, hasta que le llegaron, no sabía bien cómo, algunas palabras desde la distancia.
Estaba claro que en estos cuentos tan lejanos, las palabras no siguen las reglas del sonido y van o vienen como Pedro por su casa. Además, y esto sí que era importante, las casas y las plazas podían no ser iguales pues, como estaban tan lejos, nadie podría comprobarlo.
Si pudiera venir, dijo el otro cuentista, estoy seguro de que encontraría diferencias evidentes.
¿Pero entonces, no estamos haciendo el cuento tal y como hemos acordado al principio?.
Bueno, y ¿qué importancia puede tener?. Nunca nadie podrá descubrirlo.
Sí, nosotros sí que podemos. Nosotros no somos unos tramposos.
Pero... ¿Cómo podemos averiguar si lo estamos haciendo bien o no?
Verás, como aquí y allí son lugares lejanos pero muy parecidos podemos intercambiarnos igual que estamos haciendo con las palabras. Por ejemplo, el que encuentre el mejor final se puede quedar aquí y termina el cuento éste, porque, la verdad, el cuento de allí está quedando bastante lioso y no creo que nadie se lo trague.
Cuando escuché al otro cuentista pronunciar estas palabras no tuve por menos que reírme. Yo ya tenía pensado el final.
Mientras él había gastado todo su ingenio en el inicio y en la evolución y los dialogos de su cuento, yo únicamente me había preocupado del final.
Ahora, el pobre cuentista lejano, tenía que inventarse, deprisa y corriendo, un final rápido que, sin duda, dejaría bastante que desear. Su cuento era mucho mejor que el mío, pero ahora íbamos a intercambiarlos, sin más.
Mientras se desesperaba, busqué en Google la palabra plaza. Me salieron millones de casos en tan solo 0,11 segundos. Las palabras a través de la red llegan con una velocidad muy superior a la propagación del sonido.
Elegí algunas de las primeras plazas que aparecieron y las anote en el cuento bueno, el que iba a ser el mío.
En efecto, he comprobado que la mayoría de ellas son casi iguales a las de aquí.
No, no somos unos tramposos.

3 comentarios:

fulanytadetal dijo...

Espero con impaciencia una nueva entrada de tu block. He entrado y me voy otra vez con desilusión porque me faltan tus palabras nuevas... esas que te salen cuando bajas las cejas... te espero...

fulanytadetal dijo...

Protesto. Aquí falta algo.

Cobre dijo...

Pero q bueno eres Asir! ;). Alucino con tus textos; para reyes me voy a pedir un poquito de este talento tuyo
Escribe, escribe más, q da gusto leerte.
Un beso