LA LARGÍSIMA HISTORIA DE INDALECIO PÉREZ
Cuando Indalecio Pérez llamó a su bisnieto para que le trajera la garrota y poder levantarse, éste se negó a acudir hasta que no se le llamara por su verdadero nombre: Juan F. Gadea. El bisabuelo, con grandes esfuerzos, se incorporó sin su ayuda y lentamente se acercó hasta el pequeño Indaleciete, al que tomó en sus ya cansados brazos.
Así, con mucha paciencia, le intentó explicar como su familia, que era mucho más antigua que el mismo suelo que pisaban, estaba muy orgullosa de todo lo que había sido hasta ahora y, por ello, tenía sus propias tradiciones. Una de ellas era que todos los hijos varones primogénitos, como él, siempre se habían llamado Indalecio Pérez y así seguiría ocurriendo año tras año, quizás le pareciese un pequeño detalle sin importancia, pero ya lo entendería más adelante.
"Algún día, dentro de mucho tiempo, cuando yo haya muerto, tú mismo, tendrás esta misma conversación con tu propio hijo y os acordareis de mí y de todos los Indalecios Pérez que me han precedido, pues somos uno la continuación del otro, y por eso hemos de llevar también todos el mismo nombre."
El muchacho, que permaneció todo el tiempo atento, callado y serio como la ocasión merecía, le dijo que eso había cambiado recientemente y que ahora, en la escuela, todos se llamaban Juan F. Gadea, lo cual era mucho más ventajoso, ya que en la lista de las notas cada uno podía elegir la que quisiera, ya que no había forma humana de saber qué Juan Gadea había sacado un diez y cual había sacado un cero.
Así fue como Indalecio Pérez, a sus 78 años, conoció como se impone la velocidad de los cambios en la era moderna y cómo es necesario súbitamente adaptarse a esta vertiginosa evolución.
Para conocer la historia de esta antigua familia hay que remontarse hasta la época de quien fuera su fundador, Indalencio Fernández, campesino y vecino de la aldea de la Moralexa, propiedad del condestable Don Fernando Sánchez, caballero de la Orden de Santiago y adelantado de Castilla.
Así, con mucha paciencia, le intentó explicar como su familia, que era mucho más antigua que el mismo suelo que pisaban, estaba muy orgullosa de todo lo que había sido hasta ahora y, por ello, tenía sus propias tradiciones. Una de ellas era que todos los hijos varones primogénitos, como él, siempre se habían llamado Indalecio Pérez y así seguiría ocurriendo año tras año, quizás le pareciese un pequeño detalle sin importancia, pero ya lo entendería más adelante.
"Algún día, dentro de mucho tiempo, cuando yo haya muerto, tú mismo, tendrás esta misma conversación con tu propio hijo y os acordareis de mí y de todos los Indalecios Pérez que me han precedido, pues somos uno la continuación del otro, y por eso hemos de llevar también todos el mismo nombre."
El muchacho, que permaneció todo el tiempo atento, callado y serio como la ocasión merecía, le dijo que eso había cambiado recientemente y que ahora, en la escuela, todos se llamaban Juan F. Gadea, lo cual era mucho más ventajoso, ya que en la lista de las notas cada uno podía elegir la que quisiera, ya que no había forma humana de saber qué Juan Gadea había sacado un diez y cual había sacado un cero.
Así fue como Indalecio Pérez, a sus 78 años, conoció como se impone la velocidad de los cambios en la era moderna y cómo es necesario súbitamente adaptarse a esta vertiginosa evolución.
Para conocer la historia de esta antigua familia hay que remontarse hasta la época de quien fuera su fundador, Indalencio Fernández, campesino y vecino de la aldea de la Moralexa, propiedad del condestable Don Fernando Sánchez, caballero de la Orden de Santiago y adelantado de Castilla.
Pues bien, el tal D. Fernando vino a morir un día, sin que se conozcan más detalles ni referencias, dejando sus títulos y posesiones en herencia a un hijo suyo que tenía, Pero Fernández, entre las cuales propiedades se encontraba Indalencio Fernández, el fundador de la familia, que pasó a llamarse Indalecio Pérez, que significa propiedad o vasallo de Pero.
Hubiera continuado la rama familiar de los Indalecios con estos funestos cambios de apellidos hasta la actualidad, si no hubiera tenido D. Pero Fernández la brillante idea de colocarle a su vástago su propio nombre, por lo que vino a ser llamado Pero Pérez, repitiendo éste a su vez lo mismo y, así, sucesivamente, de generación en generación, lo cual fue también imitado fielmente por sus más leales vasallos, la saga de los conocidos, hasta el día de hoy, como Indalecio Pérez e hijos.
Esta emocionante historia se encontraría peligrosamente amenazada si, Indalecio Pérez, de 78 años de edad, que conocía sus derechos, amparándose en el articulo 45 de la Ley del Registro Civil, no hubiera escrito al Defensor del Pueblo, cargo que en ese momento ostentaba D. Enrique Mújica Herzog, más conocido en Fuencisla como D. Juan F. Gadea, el cual, al cabo de ochocientos veinte siete días le contestó de la siguiente manera: “Aunque es bien cierto que el art. 45 de la LRC asigna a la autoridad paterna la elección del nombre de todo recién nacido, una autoridad superior, dentro de las instituciones del estado, puede revocar posteriormente tal denominación, ajustándose plenamente a derecho y salvaguardándose la libertad individual, mediante la adición de cuantos nombres y apellidos se quieran emplear hasta completar la suma total de una docena”.
También, y como medida excepcional, se ha autorizado a tan admirable familia a incluir un adjetivo para la diferenciación puntual de identidades. Así, su bisnieto, su nieto, su hijo, su padre, su abuelo y hasta él mismo podrían muy bien llamarse, por ejemplo, Juan Fuencisla Gadea de Todos los Santos e Indalecio Pérez, Cuarenta y Siete, variándose el último apellido numérico con el cardinal que, según el orden de antigüedad, a cada cual, le correspondiera.
Hubiera continuado la rama familiar de los Indalecios con estos funestos cambios de apellidos hasta la actualidad, si no hubiera tenido D. Pero Fernández la brillante idea de colocarle a su vástago su propio nombre, por lo que vino a ser llamado Pero Pérez, repitiendo éste a su vez lo mismo y, así, sucesivamente, de generación en generación, lo cual fue también imitado fielmente por sus más leales vasallos, la saga de los conocidos, hasta el día de hoy, como Indalecio Pérez e hijos.
Esta emocionante historia se encontraría peligrosamente amenazada si, Indalecio Pérez, de 78 años de edad, que conocía sus derechos, amparándose en el articulo 45 de la Ley del Registro Civil, no hubiera escrito al Defensor del Pueblo, cargo que en ese momento ostentaba D. Enrique Mújica Herzog, más conocido en Fuencisla como D. Juan F. Gadea, el cual, al cabo de ochocientos veinte siete días le contestó de la siguiente manera: “Aunque es bien cierto que el art. 45 de la LRC asigna a la autoridad paterna la elección del nombre de todo recién nacido, una autoridad superior, dentro de las instituciones del estado, puede revocar posteriormente tal denominación, ajustándose plenamente a derecho y salvaguardándose la libertad individual, mediante la adición de cuantos nombres y apellidos se quieran emplear hasta completar la suma total de una docena”.
También, y como medida excepcional, se ha autorizado a tan admirable familia a incluir un adjetivo para la diferenciación puntual de identidades. Así, su bisnieto, su nieto, su hijo, su padre, su abuelo y hasta él mismo podrían muy bien llamarse, por ejemplo, Juan Fuencisla Gadea de Todos los Santos e Indalecio Pérez, Cuarenta y Siete, variándose el último apellido numérico con el cardinal que, según el orden de antigüedad, a cada cual, le correspondiera.
1 comentario:
Leyendo esta historia,me pregunto si mi bisabuelo ke se llamo indalecio perez y mi abuelo tambien se llamo indalecio perez,aunque le llamaban siempre pedrin.pueda relacionarse con mis antepasados, como podria yo saber esto.
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