lunes, octubre 09, 2006

LA SALIDA




Cuando la abrazaba
sentía los afilados ángulos de sus huesos.
Al ser ella de vidrio
podían dañarse muy fácilmente.

Tengo que irme, se dijo, mirando maquinalmente su reloj.

- Por favor, ¿la salida?
- Todo recto, subiendo la cuesta arriba. En un par de semanas se llega.
- Muchas gracias, ¿y ustedes por qué se vuelven?
- Es que nosotros somos negros.

Se alejó pensando cómo podían ser negros
y tener los dientes tan blancos.

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