viernes, agosto 04, 2006

La boca de Henar


La boca de Henar es pequeña, parece como si no existiera. El caso es que está ahí, equidistante, a medio camino entre la curva de la garganta y el nacimiento de la nariz, pero no deja de ser una leve insinuación sin importancia.
Henar nunca abre la boca, no habla, le da vergüenza. No sé, si de pronto se pusiera a articular palabras como cualquiera de nosotros, yo creo que nos miraríamos los unos a los otros asombrados, intentando descubrir de donde podrían proceder aquellos misteriosos sonidos.
Henar tampoco come, tampoco bosteza. De no utilizarse, los labios de Henar, han ido adquiriendo un tono blanquecino, algo amoratado, como la palidez de un difunto asustado.
Henar, en lugar de hablar, mira, hace gestos con las manos, y, sobretodo, sonríe. Entonces, la cara entera se le ilumina como si, en medio de la noche, un alubión de rayos inundara un espejo. Se diría que desde siempre ha estado sonriendo por la intensidad del brillo que desprenden sus ardientes pupilas, su felina mirada.
Con Henar se puede ir al campo, al cine, a los bulevares llevándola por la cintura. En el centro de la oscuridad cobra protagonismo. Mirándola parece que se mirase una lejana leyenda sobrecargada de significados. Mirándola parece que una pregunta oculta se hace presente como si fuera una piedra. Entonces los pequeños labios comienzan a cobrar vida, a latir con el volumen de una respiración incasable, a crecer hasta ocupar las aceras, los patios, las pantallas de los cinematógrafos y se te acercan al centro de tu diminuta cara hasta que el calor del movimiento de la saliva te absorve tanto que quisieras decir: “Yo también te quiero”, pero no puedes.

1 comentario:

maria josé dijo...

Pero no es una muñeca, verdad? Se mueve y tiene vida, es real... ¿o no?
Es precioso esto que has escrito.