martes, abril 03, 2007

VIAJEROS


A pesar del cielo y de Santa Gadea, nuestra patrona, algunos se marchan de Fuencisla, se van.
No es que lo hagan a mala fe, pero, ya se sabe, empiezan imaginándose lo bien que se vive por ahí, en las capitales, y cuando se quieren dar cuenta están completamente hartos de esto y se tienen que ir. Es casi mala suerte.
Cuando te vas de Fuencisla así, por hartura, no hay que despedirse de nadie. Cuando te despides es cuando solamente te vas por unos días a algún sitio concreto, así, te pueden hacer algún que otro encargo. Pero cuando te vas de verdad, no se dice nada a nadie.
Como mucho lo has anunciado un par de veces: “Un día de estos, ya veréis, no me volvéis a ver”. Además la despedida sería un poco ridícula:
- Pues nada..., que me voy.
- Ah..., ¿y donde te vas?
- Pues no lo sé, pero por ahí.
- Ah..., claro, claro.
- Lo mismo me voy a Londres que está allí mi hijo Pedro.
- Pues muy bien, dale muchos recuerdos.
- De tu parte.
- Eso, de mi parte. Pues, nada, buen viaje. (Y cuando ya está lejos) Ya no vuelves, ¿no?
- No creo.
- ¿Se lo digo a los demás, para que no te busquen?
- ¡Y qué más da!

Hombre, si eres un niño o una muchacha nueva, sí que importa. Te buscamos por todos los sitios hasta que te encontramos o lo que haga falta, pero si ya estás entrado en años parece como que si se te hubiera puesto cara de irte. “Si esto ya me lo venía yo venir”, dirán algunos y no les faltará razón.

Lo peor de los que se van, no es que se vayan, lo peor es lo que dejan. Al fin y al cabo el que se quiera ir, que se vaya, pero ¿qué hacemos con todo lo demás?. Por ejemplo, la casa, ¿ se queda para siempre vacía? o las aceitunas, ¿ya nadie las recoge?. Y a la mujer, ¿ quién le dice: no lo esperes más, que ése no vuelve?
Porque algunos sí que vuelven. Aunque eso sí, cuando ya son viejos y casi no se les conoce. Entonces los miramos y en sus ojos se ve como un brillo a cosas lejanas. No sé, la verdad, yo creo que a lo mejor nos teníamos que haber ido más de uno.

No me extrañaría nada levantarme un día y que no hubiera nadie. Joder, diré, qué cabrones, me habéis dejao el último.

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