martes, enero 23, 2007

A LA TERCERA...


Estaba muy contento, pero se despertó por culpa de un sonido que no identificó aunque era parecido a un grito. Como estaba sólo en la casa mantuvo los ojos cerrados sin prestar atención, consciente de que la interrupción había supuesto un verdadero contratiempo. Tenía la boca seca por haber fumado y bebido ron antes de acostarse, mientras miraba por la ventana que daba a la oscuridad del parque.
Cuando pasara esta racha se iría a otra ciudad donde nadie le conociera y hubiera más árboles que farolas. Más pájaros que motocicletas. De nuevo se fue acomodando bajo las protectoras mantas que le cubrían sin sonido. Ya no necesitaba agua, pues empezaron a llegar, bienvenidas, algunas imágenes confusas, en las que se podía distinguir mesas ovaladas en las que figuras desconocidas ordenaban piezas. Se centró en uno de aquellos seres y empezó a observar los detalles de sus vestiduras. Al sentirse observado, el hombre del sueño alzó la vista hacia él y... Aaahhh..., este segundo grito hizo que se incorporara de un salto de la cama.
Esto era inconcebible. ¿Quién podía aguantar aquello?. ¡Maldita sea!. Se colocó delante de la ventana abierta indagador. El viento le daba en la cara somnolienta, despejando los últimos resquicios noctámbulos casi completamente. Permaneció al acecho mientras el tiempo pasaba. Ninguna luz, ninguna pista, ninguna estrella. Los árboles movían un breve rumor de hojas que llegaba a las cerradas ventanas vecinas. La poca luz se confundía con una intranquilidad de niebla.
Los demás vecinos, aburridos, ya se habrían vuelto a acostar en sus acolchados colchones. Se vio así mismo frente a la noche, como si fuera otro. Aspiró una bocanada grande de aquel aire nocturno contaminado que fue llegando a sus pulmones porosos y toda la fuerza de que disponía se precipitó en un alarido tan salvaje como los dos anteriores, aunque éste último ya desprovisto de misterio.

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