martes, mayo 08, 2007

LAS NEGOCIACIONES

Mientras el Comité de Guerra de los zapadores enarbolando bandera de paz se aproximaba para parlamentar a nuestras posiciones, el comandante Salvador de Fuencisla observaba el confiado avance de sus antiguos compañeros de armas, recordando sus rostros, sus nombres y las muchas penalidades que en el pasado juntos habían pasado.
La marchita pierna izquierda, que en un antiguo lance junto a los zapadores había quedado casi inservible, imploró clemencia al duro corazón, el cual, tan feroz en el combate, viendo el estado en que se encontraban sus antiguos compañeros, resolvió, aunque contrariando el espíritu militar, ser indulgente con ellos.
Pudo haber ordenado masacre, pero ordenó tratamiento de cortesía.
Para que su fiero aspecto no intimidara en exceso al enemigo y darles al menos oportunidad de hablar, protegió sus ojos con unas oscuras gafas, esbozó su más amistosa sonrisa y, a modo de bienvenida, por tres veces sopló el silbato que colgaba del traje que vestía, marinero, muy usado antiguamente en las ceremonias de primera comunión fuencislenses, aunque más bien, por proceder de él, en lugar de una bienvenida los pitidos parecieron tres serias advertencias.
El comité de guerra de zapadores, al ver el porte y la autoridad que emanaba el comandante enemigo, comprendieron la verdadera situación en que se encontraban y enseguida quisieron negociar y llegar a acuerdos, costase lo que costase, aunque su honorable formación militar les impedía claudicar completamente, pues todavía consideraban su causa justa.
Una vez realizadas las presentaciones, el comandante, les conminó a que durante el transcurso de las negociaciones se sintieran, no como enemigos, sino como invitados, pues nadie les haría mal alguno, ofreciéndoles en prueba de buena voluntad el mejor coñac de sus bodegas y unos deliciosos puros habanos, cosechados y elaborados en la propia villa.
Poco pudo decir el comité de guerra, excepto agradecer el tratamiento recibido y demandar la libertad de su comandante, el valiente Salvador Buenavista, apresado durante las pasadas labores de rescate, y que, salvo ese requerimiento, no tenían nada más que decir ni que solicitar, salvo que una vez satisfecha su demanda suspenderían las hostilidades contra la villa, siempre que su comandante en jefe así lo aprobara.
El comandante les respondió que Fuencisla, Libre y Patriota, sí tenía condiciones que exigir para poner fin al conflicto y estas condiciones eran las siguientes:

Modificación de los siguientes artículos de la constitución española en los siguientes téminos

Articulo 4.1: La bandera de España está formada por tres franjas horizontales, blanca, blanca y blanca, con las letras L, F y P, dispuestas lateralmente en cada una de ellas.


Articulo 5: La capital del Estado es la villa de Fuencisla


Articulo 56.3: La corona de España es hereditaria en los sucesores de S.M. Don Juan Carlos I de Fuencisla y Fuencisla.

El rey debía renunciar, por tanto, a sus legítimos apellidos de Borbón y Borbón, sustituyéndolos por el apellido Fuencisla, más elegante y aristocrático.
En el caso de que no se aceptaran las citadas pretensiones, el ejercito de Fuencisla se reservaba los derechos de conquista sobre cualesquiera de las tierras que cayeran bajo su poder, pertenecieran a la provincia o autonomía que pertenecieran, estuvieran dentro o fuera de éste o de cualquier otro estado, comunidades de estados o continentes

El comité de guerra no sabía, ni entendía de derechos de conquistas, ni de jurisdicción constitucional alguna y solo atendían a la libertad de su comandante

Ese comandante jamás fue apresado, mintió sobre sí mismo el heroico oficial, y para que os convenzáis de ello, os invito a que visitéis nuestras mazmorras vacías e incluso todas las dependencias que consideréis, siempre y cuando, bajo palabra de honor, una vez inspeccionadas sin éxito, no sólo es preciso la completa retirada del campo de batalla, sino también se deberá guardar silencio absoluto sobre las maravillas y los secretos militares que se pudieran descubrir.

El comité respondió que solo la falta de libertad podía impedir a su jefe cumplir con el deber de dirigirlos y que no permitían que se insinuase otra cosa. Lo único que habían venido a negociar era la entrega sin condiciones del comandante y eso sería lo único que negociarían.

Salvador de Fuencisla, sutil estratega y lucido intelectual, en lo en lo tocante a su propia persona era más bien impetuoso e irreflexivo. Entendió el comandante, en su paranoia, que los zapadores, que nunca lo habían reconocido bajo su nuevo aspecto, pretendían su rendición y humillación en lugar de su libertad. Además en su cabeza no cabía la posibilidad de cambiar de bando aunque ya lo hubiera hecho con anterioridad, así que, fuera de sí y perdiendo la paciencia, respondió:

“El comandante no se entrega, nunca jamás se ha pensado, siquiera una vez, en la posibilidad de entrega y nunca jamás, bajo ningún concepto, se entregará”.

Una vez concluidas las conversaciones, empezarían a hablar las armas.



El futuro rey D. Juan Carlos I de Fuencisla y Fuencisla solicitando
sin conseguirlo su fe bautismal para cambiarse los apellidos.

2 comentarios:

Mar dijo...

¡Qué cambien la constitución!, que me gusta mucho más esa triple banda blanca ¡vamos hombre, dónde va a parar!

Mar dijo...

Ahh pero de monarquía nada... ya puestos que, digo yo, pidamos la república ¿no?