miércoles, mayo 30, 2007

LA TRANSICION

Desde el término de la guerra, Fuencisla viene realizando las necesarias transformaciones inversas para convertirse de nuevo en la pacífica ciudad que antiguamente era, cuando silbaba el panadero al olor horneado de sus panes y las calles asistían a las conversaciones de cada hijo de vecino.
Así volverá a ser, y para que los valores civiles prevalezcan de manera indubitable sobre el actual comportamiento político-militar, es muy necesario abandonar esas extendidas costumbres como los desplazamientos en zig-zag o el encañonamiento preventivo, por poner tan solo algunos ejemplos ilustrativos de las muchas y diferentes actitudes hostiles que se pretenden erradicar cuanto antes de nuestros campos tan blancos como ondulantes.

Esta misma tarde, el comandante Buenavista se entrevistó urgentemente con la alcaldesa en funciones, Purificación Nieves de Santa Gadea, con objeto de efectuar un traspaso de poderes e impulsar estos necesarios cambios, aunque no fue posible realizarlo de inmediato por haberse perdido la vara de mando de la alcaldía, ya tanto tiempo sin utilizar.
Al parecer, Doña Purificación, cedió el símbolo honorífico a un sobrino suyo que debido a un esguince de tobillo lo necesitaba para poder caminar, por lo cual el verdadero alcalde de Fuencisla durante todo este tiempo había sido el muchacho y, por tanto, a quien le correspondía regir los destinos de la ciudad de ahora en adelante.
El joven sobrino, Luis Felipe de Peláez, al parecer, buen salteador de huertas y corrales en su infancia, pese a la pequeña merma física que momentáneamente padecía, seguía practicando anónimamente estas actividades y otras no menos arriesgadas. De difícil localización y condición trotera, fue visto por última vez emboscado en las afueras e integrado en uno de esos grupos fuencislenses que todavía pululan y han optado, durante esta etapa de transición, por realizar tropelías nocturnas que, básicamente, consisten en procurarse una alimentación saludable en esta época de restricciones a partir de la apropiación de haberes.
El futuro gobernante se daba buena maña en las retiradas a traviesa campos y con la ayuda de tan noble apoyo, el bastón de mando, conseguía aventajar a más de uno de sus compañeros. Sentía especial debilidad por las jugosas sandías de pulpa roja, las cuales reconocía al tiento y, aunque prefería el consumo tranquilo en el mismo campo de crianza, no hacía ascos a su transporte bajo el único brazo libre que tenía en caso de apuro.
Era, el muchacho, como se ha podido vislumbrar, un hombre con capacidad de acción, adaptación y diversión, amigo de sus amigos y primo hermano de sus propios primos, que muy bien sería capaz de asumir las tareas para las que el sabio destino lo había seleccionado, así como si le hubiese asignado cualquier otra función por grande, mediana o reducida que ésta fuese.

Pese a la magnífica personalidad que atesora D. Luis Felipe, que había servido lealmente como artillero cargador en la terminada contienda, la cúpula militar todavía sentía dudas.

Como todos sabemos, la transición de un régimen autoritario a un sistema meramente civil de libertades controladas es mucho más complicada que su opuesto y los responsables militares meditaban sobre la forma, maneras y metodologías aplicables en este caso para garantizar el éxito, máxime conociendo las aficiones y la poca experiencia del Excelentísimo Señor Alcalde en este tipo de coyunturas.
Aunque, como se ha dicho, las dudas eran muchas y variadas, el comandante siempre tuvo muy claro tanto el lugar, como la hora exacta en que debía llevarse a cabo la transición: Plaza Mayor, a las cinco en punto de la tarde.

Nos hallábamos, por tanto, ante una transición única y definitiva. No existirían ni diferentes etapas, ni compases de espera, sino que la operación se realizaría a la de una.
Dado el peligro y la emoción que concurren en este tipo de empresas, se decidió que el Tambor Mayor de la Banda Armada de Cornetas de Fuencisla ejecutase un redoble tamboril a la manera circense durante la ceremonia. De esta manera se conseguiría un clima de recogida expectación para solicitar la atención del pueblo llano que , de aquí en adelante, debe ser el principal actor tanto de éste como de cuantos sucesos vengan a producirse para fortalecer nuestra futura y jovencísima unidad cívico-municipal.

Una vez que el alcalde adquiriera los poderes constituyentes emanados del propio pueblo, los cuales se alcanzan mediante una exposición lo suficientemente duradera a las populares ovaciones y con presencia auxiliar de las autoridades castrense y religiosa, cada identidad militar dará paso a la correspondiente civil, por el mismo fenómeno de transmutación.

Los asesinatos, saqueos y abusos de toda índole, tan habituales en las contiendas militares, habrán de dejar paso a una conducta cívica ejemplar donde los buenos días y los conocidos apretones de manos con sonrisa franca, fruto del bienestar, llenarán de armonía las amistosas relaciones que deben reinar entre buenos conciudadanos.
El cuartel de Fuencisla se transformará en un tranquilo pueblo turolense donde los polvorines serán sustituidos por almacenes y las garitas de vigilancia por quioscos donde cada mañana se vendan prensa, tabaco y surtido de chucherías.

Ésta será la manera en que se realizará el traspaso de poderes. La fecha será decidida por la superioridad cuando lo estime oportuno, que ha de ser más pronto que tarde pues, como las noticias vuelan, Luis Felipe Peláez, alcalde electo de Fuencisla que Dionisos guarde, pronto conocerá la llamada del destino y como fuencislense de bien, sacrificando su propio interés personal en beneficio general, iniciará su campaña de aproximación a sus convecinos, los cuales, conociendo su historial y todavía en periodo de hostilidad militar, podrían recordarle su pasadas hazañas en lugar de atender a sus nuevas intenciones o a su futura dignidad.

¡Fuencisla, sincera y prudente, transita con brío por estas difíciles rutas que en estos días te ha tocado caminar!. Esfuerza tu corazón y el de tus gentes para que las transmutaciones necesarias se realicen conforme al sentido común, sin que se tenga que lamentar ningún incidente, aunque fuera de histórico y memorable recuerdo.

lunes, mayo 28, 2007

LA GACELA


La gacela caminaba hacia el norte y hacia el oeste, buscando la noche. Como su corazón también era oscuro, le gustaba mirar en la imprecisión de la noche con sus ojos marinos pero que estaban tan habituados a la sed de las regiones polvorientas de donde venía.

Un pozo se había instalado más abajo de la dulzura superficial característica de las gacelas. Absorbía las pequeñas luces nocturnas llegadas de mundos lejanos como si fueran chispas relucientes de vida y le hicieran falta.

El rastro que traía la gacela se perdía sobre la nieve más allá de nuestro horizonte. Eran huellas sobre prados, sobre sierras, sobre arena, desiertos y grandes superficies cubiertas de matojos, huellas tan lejanas como las nubes de antiguas primaveras recordadas como muy torrenciales.

Por eso, cuando los soldados contemplaron a la gacela se quedaron boquiabiertos, como si el tranquilo caminar de un animal por nuestros campos se hubiera convertido por arte de magia en un maravilloso espectáculo.

Andaba despacio, de vez en cuando se detenía para olisquear los restos de la batalla todavía hierros calientes, que ella muy bien pudiera confundir con nuevos matorrales, muy diferentes de los que nacían en el mundo que había abandonado, humeantes y negros en paradójico contacto con el manto nevado.

Por qué no se espantó con las terribles explosiones y el olor de la guerra, es algo que quizás nunca podamos explicarnos. Posiblemente, para la gacela, Fuencisla fuera un terreno tan completamente nuevo que todo lo aceptaba sin más, sin recelar en posibles peligros que pudiera encerrar.

Así, para nuestra sorpresa, continuó tranquilamente avanzando, mirando hacia uno y otro lado, hasta que se detuvo para mirarnos. Sus ojos eran grandes y salvajes. Se notaban inmensos en lágrimas y profunda belleza.
Ni nuestras armas, ni nuestra militar apariencia atrajo demasiado su interés pues continuó sus tareas investigadoras a lo largo del valle sin prestarnos mucha atención.

Desde entonces todos en Fuencisla conocemos a la gacela sin necesidad de presentación y es fácil escuchar conversaciones anónimas donde ella es la protagonista.
- ¿Has visto hoy a la gacela?.
- Sí, estaba bebiendo agua junto al río.
- Claro, debe ser para refrescarse los ojos.
Se ha convertido en un fuencislense bastante famoso, igual que la nieve, los zapadores o el cielo azul.

La verdad es que nos apenó mucho que nos visitara en aquellas circunstancias y enseguida empezamos a indagar para encontrar un lugar tranquilo donde poder acogerla por si quería quedarse algún tiempo. Pensábamos en algún establo que tuviera un buen abrevadero donde poder colocar la paja, pero cuando quisimos darnos cuenta ella misma se había instalado en la Casa de Cultura, Área de la Juventud, junto a la Papelería y Objetos de Regalo de Ramón J. Guerrero. Debió pensar que era lo más inservible y abandonado que teníamos. Por cierto no come paja. Lo que mas le gusta son las migas y el ajo, eso sí con poco aceite, lo digo por si alguna vez te encuentras con una gacela y quieres quedar bien invitándola a cenar y eso.

Pues bien, Pi, que así se llamaba la gacela, según dijo, había llegado hasta Fuencisla después de muchas largas jornadas de camino, aunque ahora ya no sabía si debía continuar o quedarse. En realidad, había estado caminando durante tantos kilómetros por placer, simplemente buscando la noche, siempre hacia el oeste y al norte, para que el día se fuera haciendo más pequeño y poder estar más tiempo con sus amigas las noches. Durante el sol, toda su vida había estado acechada por guepardos muy rugidores y molestos que le hacían correr aburridamente por la sabana, aunque nunca llegaron a atraparla.
Su objetivo era llegar a situarse suficientemente arriba del planeta como para que simplemente caminando pudiera estar casi siempre de noche, con las estrellas, con los vientos fríos y los silencios inquietantes.
Si subía lo suficiente podría caminar en un día un recorrido completo sobre un meridiano y así siempre sería de noche, como a ella le gustaba.

Para Pi era muy importante que llegara otra vez esta noche. Cada día cada noche. La luz le secaba la lengua y empañaba sus sueños.

miércoles, mayo 23, 2007

EL BOTÍN DE GUERRA

Cuando el comandante Salvador de Fuencisla comprobó que los últimos focos de resistencia zapadora eran apresuradamente abandonados no sintió la llama de la victoria arder en su corazón, sino que, frío y calculador, ordenó que se repitieran más ceremoniosamente los últimos apresamientos y rendiciones para infundir dignidad en este momento histórico.
Aunque, en rigor, no se había producido la capitulación del enemigo pues, en esencia, se trató de una huida en desbandada, a los zapadores que cayeron en su poder, bien fuera porque alguna herida les impedía el ejercicio físico o bien porque, inmersos en la confusión del momento, equivocaron la dirección apropiada, les obligó el comandante a entregar simbólicamente sus armas y sobretodo la enseña estandarte del Batallón, que se hallaba abandonada a su suerte.
Una vez interrogados los prisioneros, se comprobó que en el XXII Batallón no existían planes premeditados de reagrupamiento, ni siquiera la intención de emboscarse en el monte para mantener una vengativa guerrilla de hostigamiento, por lo que redactó sin tardanza, para general conocimiento, el último parte de guerra y procedió, ayudado de un megáfono, a la lectura del mismo donde se anunciaba el fin del conflicto y su resultado.

Vitoreado por sus hombres, el comandante se negó a ser paseado en hombros por la localidad, aunque anunció como contrapartida la posible celebración de, al menos, un desfile conmemorativo.
Preparado como estaba para alcanzar las más altas cumbres del laureado oficio militar, la terrible batalla de Fuencisla únicamente le parecía una pequeña escaramuza, como si un escalador alpinista se paseara una tarde primaveral por orondas y redondeadas colinas.

Hombre de acción, una vez concluida ésta, el tiempo de análisis había llegado.

Era bien cierto que la victoria era incontestable y magnífica, pero el comandante se dio cuenta de la escasa rentabilidad que había tenido, pues, en verdad, las posiciones que los zapadores habían abandonado correspondían íntegramente al término municipal de Fuencisla, que, por lo tanto, ni había incrementado sus posesiones, ni había obtenido mejoras estratégicas en el terreno diplomático-constitucional.
En el fondo, los obuses y las bombas arrojadas por uno y otro bando habían venido a caer sobre la misma Fuencisla, que los había padecido todos, y lo único que había ganado en toda aquella absurda batalla era nada más que destrucción.
Destrucción de sus calles, de sus edificios, del magnífico campo nevado que eran sus alrededores y mucho dolor en el corazón de los fuencislenses, muchos de ellos heridos, aunque, oficial y afortunadamente, ningún muerto, gracias a la contabilidad que el mismo comandante, con ayuda de sus fieles subordinados, sin rubor, manipulaba.
Llegó, así, a saber el meditabundo comandante como el desaforado amor que sentían por esta ciudad había sido, en cierta medida, el causante de su actual ruina y decidió, para el futuro, poner remedio a esta única falta.

Para incrementar el compromiso de la oficialidad, pensó en repartir condecoraciones, títulos y prebendas, muy apreciados entre aquellos por el prestigio que les aportaba y, a su vez, para contentar a la clase de tropa, más mundana y materialista, les dio los despojos del campo de batalla, como botín de guerra.
La soldadesca, por tanto, recorrió los campos nevados de Fuencisla apropiándose de cuanto encontraban abandonado a su paso: piolets, crampones, esquíes, granadas de mano y demás material militar pero, aunque esto potenciaba enormemente su capacidad operativa y militar, ellos hubieran preferido encontrarse con pijamas, cheques al portador, suculentos jamones y grasientas ristras de salchichones ibéricos, que compensaran más básica y cumplidamente las penalidades que habían padecido.
Cuanto mejor hubiese sido, pensó el comandante, haber mantenido estos mismos enfrentamientos, en vez de contra zapadores, contra diez o doce pueblos pertenecientes a las comarcas más próximas, de manera que ahora el territorio dominado fuera de cinco o diez mil kilómetros cuadrados, suficiente para, por una parte, saciar la avaricia de su ejército mercenario, y por otra, proclamar la ciudad de Fuencisla como capital de una nueva región o provincia, cual merecía, y negociar, privadamente, sus nuevas atribuciones dentro del organigrama del estado.
Le hubiera hecho mucha ilusión al comandante el nombramiento, entre sus oficiales, de delegados del gobierno, diputados en cortes, alcaldes, gobernadores provinciales, obispos y vicarios, pero tuvo que contentarse con nombrar autoridades simplemente de ámbito local y entregar medallas que únicamente premiaban el mérito municipal.

Dos eran las opciones que el horizonte del destino deparaba a Fuencisla. La estrategia de conquista o la de esperar pacientemente.

Si lanzaba su ejército sobre los limítrofes territorios bien podía apoderarse, fruto del sorpresivo avance, de muchos de ellos, incluyendo grandes cantidades de comarcas, polvorines y recursos de todo tipo, pero la indudable superioridad militar del ejercito español, numérica, aérea y marítima, junto con el potencial de todos sus aliados de la OTAN, le hicieron replantearse estos iniciales propósitos.
Para el futuro, sin embargo, se hizo la promesa de aprovechar mejor las eventualidades que el destino deparase. Su estrategia se basaría en realizar un traspaso ficticio de poderes a la autoridad civil para iniciar así un próspero periodo de bienestar económico presidido por la paz.
Mientras tanto la élite de su ejército continuaría trabajando y preparándose desde la sombra, realizando labores de inteligencia acerca de la resistencias que podrían encontrarse y esperando pacientemente momentos favorables para realizar la expansión territorial y cultural que Fuencisla merecía y anhelaba.

Se declararon tres días fuencislenses de celebraciones y galas, se organizó un epopéyico desfile y se iniciaron las tareas de reconstrucción de las infraestructuras dañadas.
Fuencisla, en paz, continuaría avanzando en pos del progreso hacia un brillante futuro.

sábado, mayo 19, 2007

SOBRE LA ORGANIZACIÓN DEL MUY DISCIPLINADO Y HEROICO EJÉRCITO DE FUENCISLA.

Son muchos los que se estarán preguntando sobre el modelo organizativo implantado en Fuencisla para conseguir una efectividad tan admirable dentro de la armonización y la sincronía de las actividades militares.

El sistema empleado está basado en un modelo jerarquizado de múltiples niveles, de manera que cualquier mandato emitido desde el vértice de la pirámide de mando se propaga a una velocidad prevista, definida y constante hasta la misma base, donde se ejecuta de manera fiel e inmediata.

Tanto el coro como la banda proceden con independencia del ejército, siguiendo la teoría de la división de poderes, y limitándose simplemente a seguir sus propias partituras. Para la sincronización de ambas interpretaciones, se ha asignado al director de la banda el cargo de sargento 1º y al director del coro, el de sargento; por tanto, en caso de discrepancias, el coro debe corregir su ritmo para adaptarlo al de la banda. Sencillo pero efectivo.

En el ejército, en cambio, se procede de una manera enteramente novedosa. Nuestro comandante, Salvador de Fuencisla, está provisto de dos batutas, una en cada mano. La de la mano derecha dirige la primera compañía y la de izquierda la segunda. Al ser el comandante ambidiestro ambas compañías son dirigidas con similar maestría.

Una décima de segundo después, los capitanes, provistos cada uno de ellos de una única batuta, imitan el movimiento de la mano correspondiente del comandante y con la otra mano libre asignan la tarea a uno de los tenientes a su cargo. Éstos proceden del mismo modo y así sucesivamente hasta llegar al empleo de sargento, donde el proceso adquiere ciertas peculiaridades.

Pequeños oficiles impartiendo instrucciones. Al fondo, la sombra del teniente de artillería que los dirige.

En efecto, existen dos tipos de sargentos diferentes aunque de similar graduación: sargento de Estado Mayor y sargento de Campaña. Los sargentos del primer tipo se encuentran en retaguardia junto al resto de mandos, mientras que los de Campaña están situados en el frente. Cada uno de estos sargentos está conectado vía telefónica con el que le corresponde del otro tipo.

El sargento de Estado Mayor observa el movimiento de batuta que efectúa su inmediato superior y a través del auricular lo expresa mediante concretas locuciones cantadas al sargento de Campaña, situado, como se dijo, en primera línea de fuego, el cual, basándose en estas descripciones orales, recompone el movimiento batutil, volviendo éste a pasar por diferentes estamentos de suboficiales y cabos de campaña hasta llegar al nivel más bajo, el de soldado, el cual simplemente ejecuta con fidelidad y diligencia la orden.

Con la llegada de las videoconferencias se ha intentado eliminar estos cánticos descriptivos pero no ha sido posible ya que los sentimientos que se transmiten a través de las voces solistas de los Sargentos de Estado Mayor son imposibles de conseguir mediante el movimiento de batuta, por muy delicado que éste fuese.

Esta cadena global de transmisión de ordenes es muy útil, ya que cada combatiente observa y tiene como ejemplo al combatiente de nivel superior, con lo cual va progresando y adquiere, de forma espontánea, las habilidades necesarias para poder desempeñar ese puesto, de manera que, si se produjera una baja (desgraciadamente en las guerras suelen ocurrir estos contratiempos) se podría cubrir el puesto inmediatamente y con máximas garantías.

Si debido a ascensos o bajas irrecuperables quedasen sin cubrir ciertas plazas de soldado, el soldado adyacente asume voluntariamente las tareas vacantes, hasta la llegada de soldados de reserva o refuerzo, los cuales marchan a su cometido entonando cánticos marciales de temática festiva, que nos recuerdan a pandas de jóvenes de ambos sexos acudiendo alegres a una fiesta.

El eslabón más débil de esta cadena de formación continua es el existente entre el cabo 1º especialista y el sargento de Campaña, ya que el cabo observa los movimientos de su sargento, pero no escucha el sonido telefónico. Este pequeño inconveniente se resuelve haciendo que el sargento vaya repitiendo y entonando de viva voz lo que escucha a través del auricular, convirtiéndose de este modo la función de cabo de una tarea verdaderamente grata y placentera, ya que las interpretaciones solistas cantadas que realizan los suboficiales causan verdadera felicidad en quienes tienen la fortuna de escucharlas.

Imagínense el caos que producirían los 117 suboficiales de Campaña del ejército de Fuencisla cantando simultáneamente las instrucciones precisas para sus respectivos pelotones, si no fuera por la existencia de 117 claves secretas (la clave de sol es una de ellas y no la menos importante), de manera que cada cabo especialista únicamente conoce y es capaz de descifrar lo que le atañe, apareciendo el resto como ruidos de fondo incomprensibles que se anulan recíprocamente.

Hasta tal punto esta perfeccionado el modelo de claves yuxtapuestas autocompensadas que las melodías del coro y de la banda llegan perfectamente al frente sin distorsiones para que el oído del público enemigo asistente pueda apreciarlas en su más crudo realismo.

A su vez, cada intervención militar que debe desarrollar el soldado está compuesta de cuatro tiempos: desplazamiento, preparación, selección de tiro y fuego, que permiten una rítmica ejecución que puede compararse a la realización de un sencillo paso de baile.

Ver en acción al ejército de Fuencisla, puede asimilarse a sentir el atronador y rítmico estruendo de cientos de máquinas militares en plena batalla y cómo a su alrededor, siguiendo la cadencia del combate, los oficiales dirigen puntual y celosamente las operaciones, los suboficiales cantan instrucciones en diversas tonalidades y claves secretas y, por último, los soldados danzan y bailan junto a los muy terribles ingenios militares aplicando la técnica del vals clásico a la carga de proyectiles o ejecutando los disparos bajo el ritmo del swing, por poner algunos ejemplos. En resumen, se distribuyen matemática y coreográficamente obuses, bombas y metralla sobre las posiciones enemigas.

Soldado artillero con riguroso uniforme de blanco, desplazándose alegremente hacia un cañón sin retroceso (CSR). Observese el magnífico contraste que se produce con la oscuridad de la noche.

Afortunadamente la partitura asignada a cada soldado dispone tanto de música como de letra, pudiendo así el soldado cuya formación musical es deficiente enterarse y bailar perfectamente al son de las instrucciones mediante la compresión y lectura atenta del acompañamiento vocal.

A aquellos que tienen dificultades para la lectura, bien por desconocimiento o bien porque jamás la han practicado, se les ha seleccionado, atendiendo a sus otras habilidades castrenses, para desempeñar cargos de especial relevancia dentro del abultado escalafón existente.

Este ha sido el método que ha llevado al ejército de Fuencisla a convertirse en una de las fuerzas de élite más devastadoras y disciplinadas que existe: la utilización práctica de letra, música y danza acoplándose en una única unidad de destrucción masiva, es decir, aplicar la expresión corporal, melódica y literaria al arte de guerrear rítmico y acompasado, envidia y ejemplo para el resto de los cuerpos militares del planeta.

viernes, mayo 18, 2007

DESAPARECIDA




Se fue a perder cuando ya nadie la encontraba
Por los raíles del mar ¿adonde se irá?
En el agua a la vida a dar patadas
Como las caracolas en la tinta de papel

Se perdió cuando ya nunca la buscaban
Por teléfono
Al mundo
Un novio suyo preguntó
Le dijeron que pegaba buenas patadas
y un rectángulo en el suelo se construyó

En la boca traía el sabor de las alas
Huyó tan lejos que pronto tuvo que volver
La engañaban cada día durante horas
Hasta que se perdió
Como las olas en un tren.

jueves, mayo 17, 2007

PRIMERA SINFONÍA DE FUENCISLA VERSUS COMPAÑÍA XXII DE ZAPADORES

Dirige: Maestro Salvador de Fuencisla
Interpreta: Pueblo de Fuencisla

La 1ª sinfonía de Fuencisla como, en adelante, de manera abreviada, será denominada por la crítica, debía estar dispuesta para su interpretación lo antes posible ante la desesperada situación que aconsejaba un urgente estreno.

Afortunadamente, el sistema horario fuencislense permite una producción musical rápida y eficiente, por lo que estuvo terminada en siete días y siete noches, tres, en este caso, según el calendario juliano habitual.

Fue compuesta por el Maestro Salvador de Fuencisla, partiendo de unas antiguas partituras realizadas como ejercicio para la asignatura de Armonía, cuando el entonces joven Salvador Buenavista iniciaba en el Conservatorio Profesional de Xixón los estudios de gaita escocesa que tan vivamente recuerdan todos los convecinos del artista.
“Resulta imposible olvidar aquellos días. El tenaz gaitero repetía, una y otra vez, cada pieza, hasta asegurarse con una virtuosa interpretación que los efectos conseguidos serían imperecederos. Esa música está tan dentro de nosotros que una sola de aquellas notas basta para turbarnos emocionalmente hasta elevar nuestro espíritu a un estado de éxtasis rozando el delirio”, ha manifestado uno de sus vecinos, el cual tenía la costumbre de echarse la siesta mientras el maestro se esforzaba en el dominio sin complejos del instrumento.

Consiste la sinfonía en una composición equilibrada para voz, viento y percusión, aunque sus efectos sobre el público asistente sean justamente antitéticos, es decir desestabilizadores. Heterodoxamente, se han introducido solistas, duetos y coros, y se ha prescindido, por pura necesidad, de agrupaciones orquestales a tutti, aunque se ha recurrido al soplo con los dientes juntos para conseguir una imitación, casi perfecta, de violines y violones, embelleciendo así hasta la exasperación la obra. De esta forma, con la introducción de la sección de cuerda, se consigue ampliamente disfrutar de la sonoridad de los maestros Beethoven y Haydn, colegas y precursores de Don Salvador.


El primer movimiento, de los cuatro que consta, se inicia con un delicado larguetto donde el coro parroquial de la iglesia de Santa Gadea acompaña quedamente una estremecedora y desconsolada interpretación a cargo del virtuoso tenor solista Fidel Liberto Peláez.
Magistral en su ejecución, no fue del completo agrado del maestro director, quien, batuta en mano, corrigió las voces del acompañamiento de barítonos y contraltos, demostrando él mismo la manera en que debían efectuarse de manera práctica, es decir, elevando su autorizada voz de mando sobre todas las demás de manera inapelable y abrupta.
Enseguida, una vez que remite la parte vocal, se produce la entrada de la banda de cornetas de Fuencisla, que interpreta lo que posiblemente en el futuro sea considerado como un motete heroico a modo de madrigal, muy influido por disonancias propias de la música contemporánea.
Pequeños golpes de percusión y fuego de artificio finaliza esta primera parte de la obra aplaudida hasta la crispación por el público asistente, que anhelaba muy emocionadamente su término, el cual festejaron con grandes muestras de entusiasmo, como la ocasión requería.

Banda de cornetas en trajes de campaña y camuflaje

Una esperanza verdadera se instaló en ese momento en el corazón del público zapador, pese a que, a continuación, se realizaron detonaciones de percusión a discreción como preludio de lo que tendría que venir.
El eco responde a estas deflagraciones con un hoquetus magistral y se produce, a consecuencia de la onda expansiva, un contrapunto barroco multicoral que reverbera en todo el entregado campo de Fuencisla, completamente nevado, tembloroso y vibrante.
Continua un silencio sepulcral, ideado con un calderón quasi eterno para que quizás creyeran los zapadores que la obra era conclusa, cuando todavía no había hecho más que empezar.

A una señal del comandante empieza el fuego de mortero acompasado con obuses de artillería del calibre 45milímetros en compás de tres octavos (3/8). Diecisiete minutos, catorce segundos bastaron, a juicio del comandante, para poner en franca retirada la vanguardia zapadora que empezó a sufrir las primeras bajas, si no debidas al fuego real, sí debidas al modo en que se realizaba.
Se escucharon las primeras réplicas del enemigo que, por lo tenues y desacompasadas, parecieron más bien tímidos rubatos.

El tercer movimiento se inicia con un avance de fusileros por el flanco derecho acompañado de fuego de ametralladora.
Puesto que el fusilero fuencislense únicamente está equipado con escopeta de caza de dos cartuchos, para la emulación de las ráfagas era necesario agruparse en grupos de siete.
Ta--rra-ta--rra-ta--ta-tá, Ta--rra-ta--rra-ta--ta-tá.
Decidió el maestro, variar el monema alveolar sonoro, por otro líquido-lateral más significativo, para lo cual impuso como obligatorio la empuñadura y el manejo de las armas a la manera china, adoptando la composición esta otra innovadora forma: Tha--la-tha--la-ta--ta-tá, Tha--la-tha--la-ta--ta-tá.
De este modo, en esta musical batalla sin parangón, entre todas las muchísimas personas que sobre sus hazañas se han pronunciado y se pronunciaran en el futuro, quiso el comandante agasajar a una de ellas por los estimulantes comentarios de ánimo que realizaba, pues, para el músico militar y para toda Fuencisla entera, estos comentarios eran verdaderamente únicos.

No hubo tiempo para más, pues la retirada del campo de batalla del batallón de zapadores al completo fue rápida y apremiante.
Se inició prácticamente desde el inicio de la obra, en absoluto ha concluido todavía y posiblemente dure un periodo de tiempo por determinar, pues, los pocos adversarios que han salvado la vida sin perderla en una desesperada huida, quizás mueran exhaustos, pues se piensa que jamás juzgarán segura ninguna distancia dentro de las reducidas dimensiones del planeta. Tal es el temor que el ejercito de Fuencisla y su disciplinada organización inspiran en sus desdichados y vencidos enemigos.

No obstante, cuando ya parecía el campo de batalla completamente solitario y abandonado, una silueta apareció a lo lejos hacia cuya figura apuntaron al unísono todas las armas, todos los prismáticos y todas miradas fuencislenses. Lenta y calmadamente se aproximaba hacia nuestras impresionantes maquinarias de guerra y destrucción sin ningún indicio de temor.
Era una gacela.

lunes, mayo 14, 2007

FUENCISLA RESISTE

Desde hace días la ciudad y el campo de Fuencisla resiste los bombardeos del enemigo.

Ha sido imposible realizar las tareas de mantenimiento habituales durante todos este tiempo. Las calles se encuentran vacías con grandes agujeros de considerable diámetro, uno por cada explosión. Rastros de metralla y barro pueden verse desde el suelo hasta los tejados, los cristales están complemente rotos, las paredes medio derruidas. Hace frío.


En sus escondites esperan los combatientes con sucios uniformes y sin haber podido, en ocasiones, ni siquiera cambiarse de calcetines. Las duchas se han sustituido por revolcones en la nieve pero, debido a las bajas temperaturas y al barro, muchos están descuidando peligrosamente su higiene.
Se hace lo que se puede en los refugios aunque sin luz eléctrica y con cantidades de agua y detergente muy restringidas. Para leer por las noches es necesario utilizar linternas a quienes, por cierto, se les están agotando las pilas y, muchas veces, tantas explosiones no nos dejan ni siquiera dormir a gusto.
Se ha pensado en el envío de patrullas a través de los pasadizos subterráneos para que, cruzando el valle del río Ebro, puedan tender en Salvatierra, tierra pacífica y alavesa, pero las ordenes son rigurosas: Mantener posiciones.
Yo me encuentro estupendamente, aquí en el refugio de una cómoda casa, pero ¿y al que le haya pillado la orden cagando en mitad del campo?
La tropa empieza a refunfuñar en sus adentros y el servicio de mirillas se encuentra muy activo.

Si nos hubiésemos enterado antes del cariz que iban a tomar los acontecimientos, no habría lugar a la preocupación, pues de ningún modo hubieramos permitido llegar a estos extremos.
Son momentos de angustia y desesperación, pero el ánimo y la moral se mantienen firmes, es decir, que no mejoran.
Los numerosos refuerzos vacacionales que esperábamos han debido decidir posponer su llegada, esperando, sin duda, ofertas más tentadoras.
Si esto no cambia, lo vamos a pasar muy mal, aunque seguimos confiando ciegamente en nuestro comandante, el cual, en su enroque, sin que nadie le moleste, sigue analizando junto a su Estado Mayor la disposición táctica que más conviene en el ajedrecístico campo de operaciones de Fuencisla.

Además se ha hecho saber que la deserción y el abandono de posiciones sufrirán las más gravísimas penas, aunque desconocemos en qué consisten.
En el terreno diplomático se ha roto todo tipo de relaciones con el exterior, cerrándose completamente cualquier clase de frontera que todavía se encontrase abierta. Como medida de presión no se realizarán exportaciones hasta que no cesen los ataques, en especial se suspende la comercialización de harina de almortas, dulce de membrillo y tortas de Alcázar.
Se han eliminado del diccionario palabras como zapadores, bombas, ataques y frío, pero no se han producido los resultados esperados ya que, aunque oficialmente no existen, seguimos padeciendo su significado. Los expertos en lingüística están intentando corregir el molesto comportamiento de estas antiguas palabras que se empeñan en persistir en ausencia de significante.
Por último , a todo combatiente enemigo que se aviste se le podrá disparar sin necesidad de aviso ni advertencia, aunque hay que tener cuidado para no dispararnos nosotros mismos; recuérdese que vamos vestidos de blanco y solemos ir a rastras, bastante asustados y manteniendo nuestras posiciones.

En suma, que estamos mano sobre mano, es decir, en manos de Santa Gadea. Esperemos que nuestra ilustre patrona ilumine el ánimo y el entendimiento del comandante en jefe de nuestro maltrecho ejército, para que haga honor a su nombre: Salvador de Fuencisla.

domingo, mayo 13, 2007

SOBRE LA VERDADERA EXISTENCIA DE FUENCISLA

Circulan malintencionados rumores por la red, posiblemente orquestados por nuestros enemigos zapadores, en donde no sólo se duda de la profesionalidad, imparcialidad y rigurosa fidelidad a la verdad de los cronistas de este medio, sino que también se pone en tela de juicio la propia existencia del pueblo mismo de Fuencisla.
Para estos canallas Fuencisla no existe, sus calles y sus plazas son imaginarias, sus hombres no son de carne y hueso, simplemente se trata de un mero recurso que alguien, bastante desocupado por cierto, utiliza probablemente para distraerse y pasar el tiempo.

¡Cuán pobres son vuestras estratagemas y qué fácil descubrir vuestras siniestras intenciones!

Fuencisla, en la actualidad, como se ha repetido en varias ocasiones, se encuentra desaparecida, pero no por ello ha dejado de existir, ni mucho menos.
Es cierto que no aparece en ningún mapa, es cierto que ninguna carretera llega hasta nosotros, pero, decid, ¿qué sistema existe para ubicar lo que ha desaparecido?.
Vosotros mismos, zapadores vengativos, cuando os derrotemos y bajo la fuerza de nuestro brazo desaparezcáis de la faz de la tierra ¿estaréis en algún plano?, ¿llegará alguna carretera hasta vuestras cenizas?

Pero, serenémonos, abandonemos banales discusiones sin sentido y contrastemos evidencias.

Explanada de las Navas de Tolosa, donde tuvo lugar la histórica batalla


¿Es o no cierto y más que probado históricamente que en 1212 las tropas almohades fueron derrotadas en las Navas de Tolosa por los bien pertrechados ejércitos cristianos de Castilla, Aragón y Navarra?
¿Es o no cierto que las ordenes militares de San Juan, Calatrava y Santiago fundaron aldeas para repoblar estos territorios libres de moriscos al abrigo de sus medievales fortalezas?
¿Es o no más que cierto que una de estas aldeas, según consta en las relaciones topográficas de Felipe II, tenía por nombre La Moralexa y dependía de la villa de Montiel?. ¿Existió o no existió Felipe II, mandó o no mandó componer las relaciones topográficas?.
¿Es o no más que cierto que en La Moralexa se veneraba como patrona la imagen de Santa Gadea, o acaso Santa Gadea, zapadores incrédulos, tampoco existe?.
¿Es o no más que cierto que esa aldea adquirió, bajo el fuero de Cuenca, privilegios de villa con el nombre de Fuencisla, perteneciente al reino de Toledo, que por ella habla en Cortes, perteneciente al Arzobispado y a la Chancillería de Granada, que la juzga, y a la provincia de Teruel?. ¿Existe o no existe Teruel?.

Las evidencias históricas no pueden ser más explícitas o ¿también, zapadores embaucadores, dudáis de todos los documentos históricos habidos y por haber y, en consecuencia, de la mismísima historia, como si hubiéramos nacido ayer mismo, hace poco más o menos unos cincuenta años?

Castillo de Salvatierra. En la actulidad estos verdes campos están completamente blancos.


Pero hay más, si no creéis en el glorioso pasado quizás si creáis en el presente más reciente que os ha tocado vivir.

¿No es cierto, zapadores, que en los alrededores de vuestras instalaciones, en Jaca, la nieve se acumula con grosores desde 5 hasta 50 metros? ¿Por qué en Fuencisla no ha podido suceder lo mismo, o es que pensáis que nuestra nieve es una ilusión óptica, mientras la vuestra es auténtica?
La presa de Santa Gadea que habéis construido con vuestras propias manos, ¿es producto de un sueño del que todavía no habéis despertado?
¿Es falso que habéis engañado y abandonado traidoramente a vuestro comandante Salvador Buenavista?
¿Es falsa la relatividad del tiempo y del espacio?. ¿Es también falso que, aprovechando esta evidencia científica que se comprueba simplemente mirando nuestros relojes, miles de turistas nos visitarán para mostrar su apoyo incondicional a nuestra causa y las náuseas que les provocan vuestras intenciones?
Convenceos, zapadores agnósticos, desde los satélites espaciales se ve como brilla Fuencisla con luz propia, gracias al uso austero de detergentes y a las propiedades reflectoras de la nieve. Nos estáis arrojando odiosos proyectiles muy verdaderos y no producto de sueños delirantes.

Tan cierto es todo esto como que seréis pasto de las llamas y de nuestra furia, pues, está escrito que no hay mal que cien años dure, ni Cristo que lo resista.

viernes, mayo 11, 2007

LOS ESCUDOS HUMANOS

La intransigencia y la maldad de los zapadores de montaña no ha pasado desapercibida ni para las instituciones del estado español, el cual ya ha fallado sentencias en su contra, ni para todos los españoles de bien, que a través de este veraz blog y otros medios de difusión de menor audiencia siguen con atención el conflicto.
Pretenden estos mal nacidos, faltos de fe y rencorosos de corazón, la rendición de nuestro capitán, flor y nata de caballeros, a sus viles designios y, para ello, han iniciado durante esta pasada madrugada ataques de fuego de mortero sobre nuestra bien cuidada, lisa y extraordinariamente blanca, superficie nevada.
Sus más siniestros cabecillas, agrupados en un lastimoso comité de guerra, pues solos son incapaces de dar la cara, estuvieron ayer mismo en nuestras manos. En vez de darles muerte como merecían, les perdonamos su arrogante osadía y de este modo, con violencia, es como pagan la generosidad de nuestro comandante.
Si pudieseis ver el resultado de sus tropelías.
Cobardemente, amparados por la distancia, nos lanzan, sin orden ni concierto, esos horribles proyectiles que unas veces impactan aquí y otra allá, destruyendo en un instante, la extraordinaria labor estética que hemos venido desarrollando desde que se produjo la primera nevada.
No existe ni ley, ni inteligencia que gobierne sus malvadas agresiones, propias de terroristas exaltados que sólo con destrucción ven calmada su insaciable sed de venganza.
La nieve se derrite manchada por el barro, los árboles han sido calcinados, desastres sin sentido que padecemos sin cuento, pero con confianza.
Al no haber sufrido ninguna baja, pues las posiciones siguen siendo seguras, para nuestro comandante, por el momento, no resulta estratégicamente conveniente responder todavía a estos ataques. Se ha considerado prioritario reorganizar nuestras posiciones, en especial el enroque que hubo de deshacer para recibir, como no merecían, a estos rebeldes rufianes que no respetan ni siquiera las más básicas normativas del combate guerrero.
En breve recibirán el castigo a que se han hecho acreedores.
Como he dicho, nuestro parte de guerra no refleja la caída, ni aún la captura, de ningún combatiente fuencislense, en cambio han sido muchos los zapadores que, viendo la injusticia con que procedían sus propios compañeros, han abandonado sus filas y se han unido a nosotros. También son muchos los españoles de bien que están deseando, y así nos lo han hecho saber, encontrarse en Fuencisla para ayudarnos en la defensa de la villa y su patrimonio.
El comandante ha dispuesto colocar a estos voluntarios en posiciones estratégicas, a modo de escudos humanos, para la defensa de los puntos estéticamente más sensibles de la villa.
No es conveniente la utilización de naves espaciales para el desplazamiento, pues inevitablemente se violaría nuestro espacio aéreo y serían abatidas. Es preferible entrar desde el pueblo alavés de Salvatierra. Una vez en el ayuntamiento, a través de los pasadizos subterráneos, se puede salvar cómodamente todo el valle del río Ebro y, ya en la provincia de Teruel, buscar nuestras oficinas de alistamiento.


Tenemos en oferta estancias de quince o treinta días, con todos los gastos pagados, que incluyen alojamiento, desayuno, comida y diarias visitas guiadas a primera línea de fuego. Las cenas se han suprimido atendiendo a la duración del día fuencislense.
Unas vacaciones de ensueño en un entorno paradisíaco. Reserve su plaza cuanto antes.
Podrá practicar deportes de invierno en contacto con la naturaleza e incluso realizar prácticas de tiro y sabotaje frente al enemigo, todo ello, apoyando una causa más que justa que sin su colaboración posiblemente sufra serias dificultades.
Por razones obvias no se admiten niños, además, para ser aceptado, es imprescindible equiparse con abundante ropa de abrigo de color completamente blanco y recién lavada. No es necesario traer ningún reloj de pared con el péndulo convenientemente recortado, simplemente su propio reloj de pulsera será adaptado por nuestros especialistas en relativismo temporal.

¡Bienvenidos a la tierra de la nieve, la leche y el azúcar, que os acoge con los brazos abiertos como hijos predilectos!
¡Fuencisla Libre y Patriota!

ELECCIONES CONSTITUYENTES


El objeto primordial de la política diplomática fuencislense consiste en situar a la muy noble ciudad de Fuencisla, que en la actualidad se encuentra desaparecida, en el lugar de privilegio que a todas luces le corresponde ocupar por su grandeza y su natural idiosincrasia, históricamente probada..
Esta poderosa razón implica necesariamente, como poco, las reformas constitucionales que ya se han tratado, pero, ante las encontradas cuestiones ideológicas y los interminables debates que, a raíz de estos cambios, se estan produciendo, el comandante Buenavista, haciendo gala de un talante democrático digno y en consonancia con sus muy altos valores humanos, ha llamado al pueblo de Fuencisla a Elecciones Constituyentes para seleccionar el que será el artículo primero de su futura constitución.
Estas elecciones contaron con la participación directa de todo el Estado Mayor y de, al menos, las dos terceras partes de la intelectualidad fuencislense, muy valorada por su sencilla elocuencia para tratar los espinosos asuntos de política constitucional.

El resultado de estas elecciones fue la redacción del artículo primero en los siguientes términos:

1. "La ciudad de Fuencisla se constituye como una república laica de trabajadores libres”

Esta fórmula presentaba un importante inconveniente, ya que, aunque la ciudad de Fuencisla destaca por la grandeza de muchos de sus hijos: conocidos arqueólogos, grandes conquistadores, artistas de todo tipo, famosísimas mujeres, militares, poetas, empresarios, etc, nunca, que se sepa, ha contado con eminentes trabajadores: sabios fontaneros, valientes panaderos o destacadísimos albañiles, por ejemplo.

Para paliar esta deficiencia, los electores optaron por una redacción más en consonancia con los valores espirituales que adornan el noble sentir fuencislense.

2. “Fuencisla se constituye en república laica y civil de espíritus libres e iguales”

Esta nuevo articulado inducía a tremendas dualidades muy polémicas que incluía la relación entre la iglesia y el estado, el ámbito civil y el militar, la libertad frente al determinismo social, etc.
Tras varias horas de intensa discusión y numerosas enmiendas, el articulo vino a quedar configurado de esta otra manera:

3 “La corona, la iglesia y el ejército son pilares fundamentales de Fuencisla y de las diferenciadas realidades humanas que, de manera determinista y soberana, se constituyen en estado”

Viendo el comandante que no se llegaba a acuerdos sensatos, democráticamente, pues podría ser modificado cada cuatro u ocho años, ya se vería, impuso definitivamente lo siguiente:

4 “Fuencisla es Libre y Patriota”

Que, en realidad, significa, más o menos, lo mismo que las anteriores elucubraciones y todas cuantas pudieran hacerse posteriormente, es decir, muy poco, pero con la gran ventaja de ser bastante corto y muy fácil de aprender de memoria en el futuro por los agradecidos escolares.

Algunos expertos en Derecho Constitucional se han disgustado con el resultado de estas elecciones constituyentes, pero todos, al fin, las han acatado, dando un ejemplo cívico y democrático que perdurará mucho tiempo en la noble historia de nuestro pueblo.

martes, mayo 08, 2007

LAS NEGOCIACIONES

Mientras el Comité de Guerra de los zapadores enarbolando bandera de paz se aproximaba para parlamentar a nuestras posiciones, el comandante Salvador de Fuencisla observaba el confiado avance de sus antiguos compañeros de armas, recordando sus rostros, sus nombres y las muchas penalidades que en el pasado juntos habían pasado.
La marchita pierna izquierda, que en un antiguo lance junto a los zapadores había quedado casi inservible, imploró clemencia al duro corazón, el cual, tan feroz en el combate, viendo el estado en que se encontraban sus antiguos compañeros, resolvió, aunque contrariando el espíritu militar, ser indulgente con ellos.
Pudo haber ordenado masacre, pero ordenó tratamiento de cortesía.
Para que su fiero aspecto no intimidara en exceso al enemigo y darles al menos oportunidad de hablar, protegió sus ojos con unas oscuras gafas, esbozó su más amistosa sonrisa y, a modo de bienvenida, por tres veces sopló el silbato que colgaba del traje que vestía, marinero, muy usado antiguamente en las ceremonias de primera comunión fuencislenses, aunque más bien, por proceder de él, en lugar de una bienvenida los pitidos parecieron tres serias advertencias.
El comité de guerra de zapadores, al ver el porte y la autoridad que emanaba el comandante enemigo, comprendieron la verdadera situación en que se encontraban y enseguida quisieron negociar y llegar a acuerdos, costase lo que costase, aunque su honorable formación militar les impedía claudicar completamente, pues todavía consideraban su causa justa.
Una vez realizadas las presentaciones, el comandante, les conminó a que durante el transcurso de las negociaciones se sintieran, no como enemigos, sino como invitados, pues nadie les haría mal alguno, ofreciéndoles en prueba de buena voluntad el mejor coñac de sus bodegas y unos deliciosos puros habanos, cosechados y elaborados en la propia villa.
Poco pudo decir el comité de guerra, excepto agradecer el tratamiento recibido y demandar la libertad de su comandante, el valiente Salvador Buenavista, apresado durante las pasadas labores de rescate, y que, salvo ese requerimiento, no tenían nada más que decir ni que solicitar, salvo que una vez satisfecha su demanda suspenderían las hostilidades contra la villa, siempre que su comandante en jefe así lo aprobara.
El comandante les respondió que Fuencisla, Libre y Patriota, sí tenía condiciones que exigir para poner fin al conflicto y estas condiciones eran las siguientes:

Modificación de los siguientes artículos de la constitución española en los siguientes téminos

Articulo 4.1: La bandera de España está formada por tres franjas horizontales, blanca, blanca y blanca, con las letras L, F y P, dispuestas lateralmente en cada una de ellas.


Articulo 5: La capital del Estado es la villa de Fuencisla


Articulo 56.3: La corona de España es hereditaria en los sucesores de S.M. Don Juan Carlos I de Fuencisla y Fuencisla.

El rey debía renunciar, por tanto, a sus legítimos apellidos de Borbón y Borbón, sustituyéndolos por el apellido Fuencisla, más elegante y aristocrático.
En el caso de que no se aceptaran las citadas pretensiones, el ejercito de Fuencisla se reservaba los derechos de conquista sobre cualesquiera de las tierras que cayeran bajo su poder, pertenecieran a la provincia o autonomía que pertenecieran, estuvieran dentro o fuera de éste o de cualquier otro estado, comunidades de estados o continentes

El comité de guerra no sabía, ni entendía de derechos de conquistas, ni de jurisdicción constitucional alguna y solo atendían a la libertad de su comandante

Ese comandante jamás fue apresado, mintió sobre sí mismo el heroico oficial, y para que os convenzáis de ello, os invito a que visitéis nuestras mazmorras vacías e incluso todas las dependencias que consideréis, siempre y cuando, bajo palabra de honor, una vez inspeccionadas sin éxito, no sólo es preciso la completa retirada del campo de batalla, sino también se deberá guardar silencio absoluto sobre las maravillas y los secretos militares que se pudieran descubrir.

El comité respondió que solo la falta de libertad podía impedir a su jefe cumplir con el deber de dirigirlos y que no permitían que se insinuase otra cosa. Lo único que habían venido a negociar era la entrega sin condiciones del comandante y eso sería lo único que negociarían.

Salvador de Fuencisla, sutil estratega y lucido intelectual, en lo en lo tocante a su propia persona era más bien impetuoso e irreflexivo. Entendió el comandante, en su paranoia, que los zapadores, que nunca lo habían reconocido bajo su nuevo aspecto, pretendían su rendición y humillación en lugar de su libertad. Además en su cabeza no cabía la posibilidad de cambiar de bando aunque ya lo hubiera hecho con anterioridad, así que, fuera de sí y perdiendo la paciencia, respondió:

“El comandante no se entrega, nunca jamás se ha pensado, siquiera una vez, en la posibilidad de entrega y nunca jamás, bajo ningún concepto, se entregará”.

Una vez concluidas las conversaciones, empezarían a hablar las armas.



El futuro rey D. Juan Carlos I de Fuencisla y Fuencisla solicitando
sin conseguirlo su fe bautismal para cambiarse los apellidos.

viernes, mayo 04, 2007

LAS CUESTIONES TÁCTICAS

Conforme se acercaba el inicio del conflicto, la apariencia del comandante evolucionaba admirablemente y junto con él, la de todo su ejercito.
Sus cabellos y sus descuidadas barbas, desde siempre completamente negros como cura endemoniado, se poblaban de innumerables canas que le iban confiriendo el aspecto de un preocupado anciano ante un problema insuperable. Su rostro, otrora bruñido por el calor, el sol y los colores alegres de la vida, tenía ahora un aspecto pálido y demacrado, frío e impenetrable, similar al de un verdadero cadáver. Si no fuera por la fuerza de su voz, ni su propia guardia personal sería capaz de reconocerlo. Cualquiera que no conociera la verdadera naturaleza de nuestro capitán, gloria y esperanza de Fuencisla, pensaría que la enfermedad se había apoderado de él o incluso que el temor hubiera minado gran parte de toda su energía.
La realidad era bien distinta. El comandante se mimetizaba con el entorno, un copo de nieve en el centro de toda una gigantesca nevada, pero con la capacidad de convertir toda aquella nieve en puro fuego con sólo una palabra de su potente voz de mando, que, de vez en cuando, cuando era necesario transmitir algunas instrucciones, dejaba oír en todo el valle.
El eco, también sumiso al capitán, repetía el mensaje más dulce y amortiguado para que llegará con claridad a todos los apartados rincones.

ATENCIÓN, ATENCIÓN, Atención, atención,
PEÓN TRES ALFIL, PEÓN TRES ALFIL, Tres alfil, alfil

En efecto, Salvador de Fuencisla había distribuido sus piezas a lo ancho del campo de operaciones. El espacio había sido dividido en 64 cuadrículas, todas blancas, en lugar de alternar el blanco con el negro. Un sistema entrecruzado de posiciones ofensivas y defensivas abarcaba como una red los alrededores de Fuencisla.
Salvo el personal de intendencia que trabajaba en localizaciones fijas, el resto de ejército deambulaba pálido y demacrado sobre la nieve, como verdaderos espectros fantasmales, variando estratégica y ajedrecisticamente sus posiciones. Copos de nieve dentro de una gigantesca nevada, con capacidad para golpear intensamente en un instante y desaparecer como por arte de magia en el instante siguiente.

Los conejos y las alimañas se confundían con los combatientes.
Como todo era blanco, no existía ningún blanco concreto.

El héroe, que solía dormir cubierto de nieve cuando no en lo alto de los árboles, por supuesto a la intemperie y rodeado de su guardia personal, había realizado un último movimiento antes del inicio de los enfrentamientos: enroque del rey blanco.
Ésta era la ventajosa situación del ejército de Fuencisla, cuando en el horizonte apareció la vanguardia de zapadores de montaña que llevaban dos interminables días, según el sistema de referencia común, basado en el calendario juliano, buscando la ciudad de Fuencisla.


Al divisar la bandera de Fuencisla, de inmaculado blanco, pues en la lejanía no se distinguían las conocidas iniciales, creyeron que se trataba de una señal que indicaba un deseo de parlamentar, cuando no de presentar una rendición sin condiciones, convencidos como estaban de su superioridad militar.


Las vicisitudes que el batallón de zapadores había sufrido desde la celebración de su asamblea paritaria habían sido muchas y de desenlaces diversos. Cuando la Capitanía de la región militar conoció la desaparición del comandante y, dado que en sus oficinas trabajaban muchos de graduación similar, decidió asignar el mando del batallón a uno cualquiera de éstos, a lo cual, por consideración a Salvador Buenavista y respeto a la decisión asamblearia, se negaron muy sensatamente los fieles zapadores. Sin jefes y aferrados a teorías de organización decimonónicas, habían tenido que realizar elecciones sindicales para lo cual, como es preceptivo se invirtió una jornada completa. Puesto que no había habido jornada de reflexión, ni presentación oficial de candidaturas, las elecciones fueron impugnadas por el sector más radical. No perdió el tiempo la Capitanía conocedora del rumbo que seguían los acontecimientos e interpuso denuncia por deserción ante el ministerio. De ahí, al Tribunal Superior de Justicia Militar donde se había aprobado una setencia inculpatoria con la única abstención de varios coroneles letrados, los cuales se encontraban meditando acerca de la certeza dentro de los juicios de valor, imbuidos como estaban en un apacible amodorramiento muy apropiado para este tipo de actividades.
Ante tales dificultades, los zapadores habían tenido que obviar sus diferencias internas y constituir un Comité de guerra consesuado, con participación paritaria de las tres facciones enfrentadas
Cuando el Comité de zapadores en pleno se dirigía a parlamentar hacia Fuencisla enarbolando la camisa blanca del menos friolero, su posición estratégica era mucho más delicada de la que ellos pensaban. Al tener abiertos varios frentes y una unidad circunstancial que el menor conflicto podía romper, era evidente, en palabras del comandante, que se encontraban muy debilitados, como en breve se podrá con todo lujo de detalle comprobar.

miércoles, mayo 02, 2007

LOS OJOS Y LOS OIDOS DE FUENCISLA

Lo primero que se ve al llegar a Fuencisla es, a la izquierda, un labrador arando sobre su tractor la baldía nieve y , en la misma entrada al pueblo, una mujer que tiende incansablemente la ropa blanca y un albañil encaramado sobre una escalera repasando con su brocha pequeñas imperfecciones en la pintura.

Son como complementos animados que adornan permanentemente la entrada a la ciudad

Un viajero circunstancial que visitara el pueblo, encontraría normales estas actividades, sin prestarles la menor atención, pero nosotros sabemos que no es así.

La limpieza de uniformes, como el encalado de fachadas y el cuidado de la nieve, son fundamentales para la defensa de Fuencisla. Cualquier pequeña mancha de tinta, sangre o grasa descubriría de inmediato, bien al combatiente, o bien la construcción defensiva, inmersos como se encuentran en este entorno nevado.

Ha sido necesario desempolvar los antiguos trajes de primera comunión para adaptarlos a su nueva función militar. La pulcritud con la ropa y el abastecimiento de detergentes, cal y lejía son funciones primordiales en retaguardia. En la actualidad, varios astroquímicos fuencislenses, en estrecha colaboración con empresas multinacionales del sector, se esmeran en la obtención de fórmulas ultrablanqueadoras y componentes activos con resultados verdaderamente deslumbrantes.

Hoy en día, puede decirse sin temor a equivocarse que es en Fuencisla donde se lava más blanco.

Hombres y mujeres que amáis la pureza, jugadores del Real Madrid, novias dignas de la máxima belleza, sábanas gitanas, ¿por qué conformarse con un blanco vulgar, cuando vuestras vestiduras y con ellas vosostros mismos podéis brillar igual que los reflejos del sol en los espejos?

Subid en aeroplanos, observar las fotografías de los satélites espaciales y veréis cómo Fuencisla, pese a sus múltiples penalidades, brilla entre todos los lugares de la Tierra, confiriendo al planeta un luminoso punto admirado desde lejana galaxias donde la vida inteligente aún no ha conseguido, ni siquiera en sus sueños, sobresalir de este modo tan preeminente.

Muy pronto la humanidad entera podrá disfrutar de estos hallazgos para su completa dicha, pero por el momento hemos de reservarlos como secreto militar para confudir al enemigo.

En verdad, que todas estas grandes ventajas y hallazgos bastarían para justificar la presencia constante del tractorista, la lavandera y el pintor en sus puestos de observación, pero los fuencislenses sabemos que sus funciones son mucho más importantes.

En nuestra ciudad es fácil encontrarse con electricistas reparando siempre la misma bombilla, vendedores de la ONCE que nunca han tenido problemas de visión, ni jamás han vendido un solo décimo, amas de casa que deambulan constantemente en un circuito cerrado de tiendas, supermercados y salas de juego y, en fin, un sinnumero de ocupaciones similares.

Son los ojos y los oídos de Fuencisla, pertenecen al servicio de información. Todos pertenecemos al servicio de información.

Cualquier detalle que se observa es rápidamente elevado al conocimiento de la central de datos, donde se relacionan los acontecimientos e inmediatamente se presentan las conclusiones directamente en las oficinas del Estado Mayor.

En cualquier situación que se preste, los funencislenses estamos adiestrados en las técnicas del contraespionaje. Se han instalado mirillas en las puertas y paredes, en el interior de los pasillos subterráneos, en las esquinas, en los campamentos móviles, incluso existen mirillas portátiles. Cualquier lugar puede convertirse en un punto de vigilancia y obtención de información secreta siempre que su campo de acción sea interesante.

Cada mirilla dispone de un dispositivo óptico con regulación de enfoque y de aumentos. No ha sido necesaria ninguna inversión adicional en infraestructuras para financiar este potente sistema de espionaje, pues las mirillas han estado instaladas desde siempre, solamente se han reemplazado sus antiguas funciones y ubicaciones civiles por los nuevos objetivos de inteligencia militar.

Que los ojos y los oídos de Fuencisla se encuentren alerta en todo momento es importantísimo, no tanto para descubrir y atajar posibles acciones del enemigo de las que nada tememos, como para realizar una labor de introspección y apoyo mutuo.

Espiaos los unos a los otros, así es como nos anima nuestro comandante, y espiadme a mí mismo. Sólo quien conoce la profundidad del ser humano, puede amarlo completamente y, en la contienda, quienes se aman más generosamente son los dignos de victoria.

Nosotros, siguiendo sus enseñanzas, renunciamos a la vida privada en pos de conseguir un libertad más grande , la libertad de todo nuestro pueblo.

Imagínense que alguien se encuentre aquejado de gripe, que el frío y el contacto con la nieve helada haya provocado la congelación de algún dedo o esté disgustado por cualquier otro motivo. Es necesario reconfortarlo, hacerle sentir que el conjunto del pueblo se encuentra a su lado, que le proporcionaremos los cuidados y consuelos que necesita y, mientras sana, se le asignará una misión aislada para evitar irremediables contagios.