LAS CUESTIONES TÁCTICAS
Conforme se acercaba el inicio del conflicto, la apariencia del comandante evolucionaba admirablemente y junto con él, la de todo su ejercito.
Sus cabellos y sus descuidadas barbas, desde siempre completamente negros como cura endemoniado, se poblaban de innumerables canas que le iban confiriendo el aspecto de un preocupado anciano ante un problema insuperable. Su rostro, otrora bruñido por el calor, el sol y los colores alegres de la vida, tenía ahora un aspecto pálido y demacrado, frío e impenetrable, similar al de un verdadero cadáver. Si no fuera por la fuerza de su voz, ni su propia guardia personal sería capaz de reconocerlo. Cualquiera que no conociera la verdadera naturaleza de nuestro capitán, gloria y esperanza de Fuencisla, pensaría que la enfermedad se había apoderado de él o incluso que el temor hubiera minado gran parte de toda su energía.
La realidad era bien distinta. El comandante se mimetizaba con el entorno, un copo de nieve en el centro de toda una gigantesca nevada, pero con la capacidad de convertir toda aquella nieve en puro fuego con sólo una palabra de su potente voz de mando, que, de vez en cuando, cuando era necesario transmitir algunas instrucciones, dejaba oír en todo el valle.
El eco, también sumiso al capitán, repetía el mensaje más dulce y amortiguado para que llegará con claridad a todos los apartados rincones.
ATENCIÓN, ATENCIÓN, Atención, atención,
PEÓN TRES ALFIL, PEÓN TRES ALFIL, Tres alfil, alfil
En efecto, Salvador de Fuencisla había distribuido sus piezas a lo ancho del campo de operaciones. El espacio había sido dividido en 64 cuadrículas, todas blancas, en lugar de alternar el blanco con el negro. Un sistema entrecruzado de posiciones ofensivas y defensivas abarcaba como una red los alrededores de Fuencisla.
Salvo el personal de intendencia que trabajaba en localizaciones fijas, el resto de ejército deambulaba pálido y demacrado sobre la nieve, como verdaderos espectros fantasmales, variando estratégica y ajedrecisticamente sus posiciones. Copos de nieve dentro de una gigantesca nevada, con capacidad para golpear intensamente en un instante y desaparecer como por arte de magia en el instante siguiente.
Los conejos y las alimañas se confundían con los combatientes.
Como todo era blanco, no existía ningún blanco concreto.
El héroe, que solía dormir cubierto de nieve cuando no en lo alto de los árboles, por supuesto a la intemperie y rodeado de su guardia personal, había realizado un último movimiento antes del inicio de los enfrentamientos: enroque del rey blanco.
Ésta era la ventajosa situación del ejército de Fuencisla, cuando en el horizonte apareció la vanguardia de zapadores de montaña que llevaban dos interminables días, según el sistema de referencia común, basado en el calendario juliano, buscando la ciudad de Fuencisla.
Al divisar la bandera de Fuencisla, de inmaculado blanco, pues en la lejanía no se distinguían las conocidas iniciales, creyeron que se trataba de una señal que indicaba un deseo de parlamentar, cuando no de presentar una rendición sin condiciones, convencidos como estaban de su superioridad militar.
Las vicisitudes que el batallón de zapadores había sufrido desde la celebración de su asamblea paritaria habían sido muchas y de desenlaces diversos. Cuando la Capitanía de la región militar conoció la desaparición del comandante y, dado que en sus oficinas trabajaban muchos de graduación similar, decidió asignar el mando del batallón a uno cualquiera de éstos, a lo cual, por consideración a Salvador Buenavista y respeto a la decisión asamblearia, se negaron muy sensatamente los fieles zapadores. Sin jefes y aferrados a teorías de organización decimonónicas, habían tenido que realizar elecciones sindicales para lo cual, como es preceptivo se invirtió una jornada completa. Puesto que no había habido jornada de reflexión, ni presentación oficial de candidaturas, las elecciones fueron impugnadas por el sector más radical. No perdió el tiempo la Capitanía conocedora del rumbo que seguían los acontecimientos e interpuso denuncia por deserción ante el ministerio. De ahí, al Tribunal Superior de Justicia Militar donde se había aprobado una setencia inculpatoria con la única abstención de varios coroneles letrados, los cuales se encontraban meditando acerca de la certeza dentro de los juicios de valor, imbuidos como estaban en un apacible amodorramiento muy apropiado para este tipo de actividades.
Ante tales dificultades, los zapadores habían tenido que obviar sus diferencias internas y constituir un Comité de guerra consesuado, con participación paritaria de las tres facciones enfrentadas
Cuando el Comité de zapadores en pleno se dirigía a parlamentar hacia Fuencisla enarbolando la camisa blanca del menos friolero, su posición estratégica era mucho más delicada de la que ellos pensaban. Al tener abiertos varios frentes y una unidad circunstancial que el menor conflicto podía romper, era evidente, en palabras del comandante, que se encontraban muy debilitados, como en breve se podrá con todo lujo de detalle comprobar.
2 comentarios:
La que les espera al batallón de zapadores jejejeeje
Un beso desde London!
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