jueves, mayo 17, 2007

PRIMERA SINFONÍA DE FUENCISLA VERSUS COMPAÑÍA XXII DE ZAPADORES

Dirige: Maestro Salvador de Fuencisla
Interpreta: Pueblo de Fuencisla

La 1ª sinfonía de Fuencisla como, en adelante, de manera abreviada, será denominada por la crítica, debía estar dispuesta para su interpretación lo antes posible ante la desesperada situación que aconsejaba un urgente estreno.

Afortunadamente, el sistema horario fuencislense permite una producción musical rápida y eficiente, por lo que estuvo terminada en siete días y siete noches, tres, en este caso, según el calendario juliano habitual.

Fue compuesta por el Maestro Salvador de Fuencisla, partiendo de unas antiguas partituras realizadas como ejercicio para la asignatura de Armonía, cuando el entonces joven Salvador Buenavista iniciaba en el Conservatorio Profesional de Xixón los estudios de gaita escocesa que tan vivamente recuerdan todos los convecinos del artista.
“Resulta imposible olvidar aquellos días. El tenaz gaitero repetía, una y otra vez, cada pieza, hasta asegurarse con una virtuosa interpretación que los efectos conseguidos serían imperecederos. Esa música está tan dentro de nosotros que una sola de aquellas notas basta para turbarnos emocionalmente hasta elevar nuestro espíritu a un estado de éxtasis rozando el delirio”, ha manifestado uno de sus vecinos, el cual tenía la costumbre de echarse la siesta mientras el maestro se esforzaba en el dominio sin complejos del instrumento.

Consiste la sinfonía en una composición equilibrada para voz, viento y percusión, aunque sus efectos sobre el público asistente sean justamente antitéticos, es decir desestabilizadores. Heterodoxamente, se han introducido solistas, duetos y coros, y se ha prescindido, por pura necesidad, de agrupaciones orquestales a tutti, aunque se ha recurrido al soplo con los dientes juntos para conseguir una imitación, casi perfecta, de violines y violones, embelleciendo así hasta la exasperación la obra. De esta forma, con la introducción de la sección de cuerda, se consigue ampliamente disfrutar de la sonoridad de los maestros Beethoven y Haydn, colegas y precursores de Don Salvador.


El primer movimiento, de los cuatro que consta, se inicia con un delicado larguetto donde el coro parroquial de la iglesia de Santa Gadea acompaña quedamente una estremecedora y desconsolada interpretación a cargo del virtuoso tenor solista Fidel Liberto Peláez.
Magistral en su ejecución, no fue del completo agrado del maestro director, quien, batuta en mano, corrigió las voces del acompañamiento de barítonos y contraltos, demostrando él mismo la manera en que debían efectuarse de manera práctica, es decir, elevando su autorizada voz de mando sobre todas las demás de manera inapelable y abrupta.
Enseguida, una vez que remite la parte vocal, se produce la entrada de la banda de cornetas de Fuencisla, que interpreta lo que posiblemente en el futuro sea considerado como un motete heroico a modo de madrigal, muy influido por disonancias propias de la música contemporánea.
Pequeños golpes de percusión y fuego de artificio finaliza esta primera parte de la obra aplaudida hasta la crispación por el público asistente, que anhelaba muy emocionadamente su término, el cual festejaron con grandes muestras de entusiasmo, como la ocasión requería.

Banda de cornetas en trajes de campaña y camuflaje

Una esperanza verdadera se instaló en ese momento en el corazón del público zapador, pese a que, a continuación, se realizaron detonaciones de percusión a discreción como preludio de lo que tendría que venir.
El eco responde a estas deflagraciones con un hoquetus magistral y se produce, a consecuencia de la onda expansiva, un contrapunto barroco multicoral que reverbera en todo el entregado campo de Fuencisla, completamente nevado, tembloroso y vibrante.
Continua un silencio sepulcral, ideado con un calderón quasi eterno para que quizás creyeran los zapadores que la obra era conclusa, cuando todavía no había hecho más que empezar.

A una señal del comandante empieza el fuego de mortero acompasado con obuses de artillería del calibre 45milímetros en compás de tres octavos (3/8). Diecisiete minutos, catorce segundos bastaron, a juicio del comandante, para poner en franca retirada la vanguardia zapadora que empezó a sufrir las primeras bajas, si no debidas al fuego real, sí debidas al modo en que se realizaba.
Se escucharon las primeras réplicas del enemigo que, por lo tenues y desacompasadas, parecieron más bien tímidos rubatos.

El tercer movimiento se inicia con un avance de fusileros por el flanco derecho acompañado de fuego de ametralladora.
Puesto que el fusilero fuencislense únicamente está equipado con escopeta de caza de dos cartuchos, para la emulación de las ráfagas era necesario agruparse en grupos de siete.
Ta--rra-ta--rra-ta--ta-tá, Ta--rra-ta--rra-ta--ta-tá.
Decidió el maestro, variar el monema alveolar sonoro, por otro líquido-lateral más significativo, para lo cual impuso como obligatorio la empuñadura y el manejo de las armas a la manera china, adoptando la composición esta otra innovadora forma: Tha--la-tha--la-ta--ta-tá, Tha--la-tha--la-ta--ta-tá.
De este modo, en esta musical batalla sin parangón, entre todas las muchísimas personas que sobre sus hazañas se han pronunciado y se pronunciaran en el futuro, quiso el comandante agasajar a una de ellas por los estimulantes comentarios de ánimo que realizaba, pues, para el músico militar y para toda Fuencisla entera, estos comentarios eran verdaderamente únicos.

No hubo tiempo para más, pues la retirada del campo de batalla del batallón de zapadores al completo fue rápida y apremiante.
Se inició prácticamente desde el inicio de la obra, en absoluto ha concluido todavía y posiblemente dure un periodo de tiempo por determinar, pues, los pocos adversarios que han salvado la vida sin perderla en una desesperada huida, quizás mueran exhaustos, pues se piensa que jamás juzgarán segura ninguna distancia dentro de las reducidas dimensiones del planeta. Tal es el temor que el ejercito de Fuencisla y su disciplinada organización inspiran en sus desdichados y vencidos enemigos.

No obstante, cuando ya parecía el campo de batalla completamente solitario y abandonado, una silueta apareció a lo lejos hacia cuya figura apuntaron al unísono todas las armas, todos los prismáticos y todas miradas fuencislenses. Lenta y calmadamente se aproximaba hacia nuestras impresionantes maquinarias de guerra y destrucción sin ningún indicio de temor.
Era una gacela.

2 comentarios:

maria josé dijo...

Mira: a mi blog ahora se llega por otro sitio.
Me he escondido, como Fuencisla.

Mar dijo...

Sí la verdad es que hay muchas veces aquí que me siento única ;)
Muchísimas gracias al Maestro y a Fuencisla entera por esta muestra de cariño.
Una lástima que me encuentre lejos para poder escuchar tan bella sinfonía y más no poder participar con mi voz en ella.

(jajajja que dejo lo serio y me río una vez más que ha estado genial y lo del "calderón"... jajajaja, sigo leyendo)

Besos les sean dados a fuencislenses y allegados.