sábado, febrero 17, 2007

CAMBIOS BRUSCOS



Cuando llegué, como siempre, a las 7:00 en punto de la mañana a mi lugar de trabajo en el aeropuerto de Barajas, me encontré, como el resto de controladores aéreos, la sala desierta y los equipos apagados.
¿Qué pasa?, nos preguntábamos unos a otros, temiendo cómo mínimo un sabotaje del terrorismo internacional que hubiera inutilizado todas las infraestructuras.
Sin embargo, el panel general de control no presentaba la más mínima incidencia. Todos los equipos se encontraban en perfecto estado de servicio.
Haciendo gala del espíritu que preside la profesión, cada uno fuimos ocupando nuestro puesto normalmente con la esperanza de recibir rápidas instrucciones y proceder, en lo posible, a restablecer la normalidad.
Quizás la dirección, desesperada, conociendo nuestras abusivas pretensiones económicas en connivencia con el SEPLA, sindicato de pilotos, había realizado una maniobra suicida, subcontratando el servicio a alguna osada ETT, capaz de realizar el trabajo aunque fuera bajo niveles de seguridad mínimos.
Pero no era el caso.
Salvo el despegue circunstancial de alguna aeronave, el tráfico en el aeropuerto era prácticamente inexistente.
A nuestra sala empezaron a llegar nuevos trabajadores: de Facturación, de Mantenimiento, de Equipajes, de Emergencias...Prácticamente, todos los empleados del aeropuerto nos encontrábamos en la torre de control.
La voz del Gerente de Instalaciones acalló de golpe todos los murmullos.
“Por favor, saquen sus teléfonos móviles y vayan acomodándose lo mejor que puedan. Como ven, a partir de ahora, los puestos de trabajo tienen que ser más reducidos para que todos tengamos cabida”.
Codo con codo nos fuimos acoplando. Muchos recién llegados traían sus propias banquetas, los otros se sentaban por donde podían. No pude negarme a compartir mi butaca con una chica, que afortunadamente era delgada.
“La producción de nuestra empresa ha cambiado bruscamente, debido a las condiciones de mercado. A partir de ahora, nos dedicamos al Servicio de Atención Telefónica Al Cliente. Nos llamamos SATAC. A través de sus móviles de localización, propiedad de la empresa, les llegarán consultas. Respondan lo mejor que puedan. Les informo que las conversaciones van a ser grabadas como medida de control. A través de los equipos de control del trafico aéreo se ha habilitado la conexión a internet.”
Un compañero de la primera fila abandonó su puesto: “Esto vulnera las condiciones mínimas de trabajo, es inadmisible”. Todos pensábamos como él y así lo mostrábamos asintiendo con las cabezas.
“Se trata de una RE-CON-VER-SI-ÓN. Quién abandone su puesto, pone fin a su contrato de trabajo. Entiendan que la empresa está haciendo un E-NOR-ME ES-FUER-ZO respetando el resto de las condiciones laborales”
El hombre pensó en sus hijos y comprendió, volviendo a su sitio, aunque ya se lo habían ‘quitao’.

Los móviles empezaron a sonar y la sala se llenó del bullicio alegre de un mercado o, mejor aún, de la bolsa de valores. Nunca había estado tan viva.

Debido a mi sólida formación, antes de controlador había sido taxista, la mayoría de las preguntas me las sabía e incluso resolvía, en ocasiones, las dudas que surgían en los alrededores. Después del susto, no era para tanto. Me encontraba bien. En seguida se organizó un solidario servicio de puesta en común de conocimientos: “¿Quién sabe una marisquería económica en el barrio de Lavapiés?” “La Bogavanta Dorada, calle Altamirano, 28, si no es el 28, que pregunte”.

Así fue transcurriendo la mañana, apretado junto a Marcela, que así se llamaba mi sonriente compañera de silla, por la que empezaba a sentir una incipiente simpatía, que se consolidó definitivamente mientras compartíamos el desayuno en la media hora de descanso, eso sí, acompañados también de nuestra silla que nos llevamos preventivamente por temor al hurto.

Al término de la jornada, el Gerente nos felicitó por nuestro ejemplar trabajo. “Mañana volverán ustedes a sus puestos normales de trabajo, nos dijo.
Entiéndanlo, concluyó, el Aeropuerto no puede permitir la desocupación de todos sus trabajadores porque a unos desalmados, después del dia sin móviles, les haya dado por organizar EL DÍA SIN AVIONES.



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