EL CAMPO
Últimamente, estar en el campo consiste en pertenecer también al mismo trozo de tierra.
Estar quieto como los árboles, callado como el fondo de la roca, tranquilo, igual que la superficie del agua o muy atento como los huidizos conejos.
Las cortezas agrietadas de un árbol, las piñas y las nueces o los higos colgantes.
No hay diferencias entre todas estas cosas una vez que están a la par, formando el mismo trozo de tierra y aire.
Los molinos giran, el viento suena y las hojas caen. El campo vive y su latido llega a cada parte como peligro, paz, frío o fatiga.
No necesito ver un detalle magnífico. La langosta que a grandes saltos consigue avanzar con el ritmo de mis pasos.
Miro a lo lejos y todos los arboles me parecen uno, con las copas y las raíces en el aire y en la tierra.
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