lunes, marzo 12, 2007

EGO EN COLMO

Dedicado a la estatua
de la plaza
Kungsträdgarden, Estocolmo,
en cuyos hombros se detienen las palomas
de la tarde.



Duermo en el salón
bajo la luz fría
de la lámpara
sobre los papeles.

Duermo en el salón.
La mesita,
los papeles,
la taza de café sin tomar
todavía humeante.

La gente auxilia a gritos
al conductor de un vehículo
fatalmente accidentado
bajo un puente oscuro.

¿Por qué hay sueños trágicos
y gritos
dentro de un salón
comedor
tranquilo
con refrigeración
acondicionada?

Un guardia civil me pide
los documentos y me pregunta
por la omisión del deber de socorro.
“Estaba afónico, agente,
esta mañana no podía articular palabra”
“y sin embargo ahora....”,
dice el agente.

Parece ser que se trata de una curación espontánea.
Un inexplicable milagro verdadero.

La gente se aproxima
para ver con sus propios ojos el fenómeno extraño,
lo increíble.
Sus ojos frente a mis ojos.
El accidente en segundo plano.
Algunos todavía lo dudan.
El propio accidentado se pregunta
por qué no le sucedió a él mismo.
A él,
que estaba más necesitado.


El salón una mosca
sobrevuela
mirando a través de sus ojos de cristal,
se detiene sobre el brazo extendido
que descansa
cerca del café sin tomar
todavía humeante.

¿Por qué no actuó sobre mí el milagro?
Yo estaba sano, corría,
amaba la música,
tenía veinticinco años.
El guardia pide la documentación
del herido
ensangrentado por los codos, hasta las manos.
Los enfermeros se la buscan por los bolsillos,
en el interior de la chaqueta,
lo están curando,
también en los compartimentos de su cartera
de brillante piel curtida.
El guardia dictamina
Imprudencia
Temeraria
bajo el puente oscuro,
ahora iluminado
por el fuego
del coche en llamas.

Yo descanso en el salón.
A las cinco de la tarde
descansan mis neuronas
en la penumbra de un salón
que sobrevuela
una mosca.

1 comentario:

fulanytadetal dijo...

Te quiero con tu tristeza y todo.