domingo, marzo 11, 2007

LOS SUEÑOS DORMIDOS



El escritor neo-surrenacentista Álvaro Sebastián Peláez, famoso por negarse a aceptar la autoría de la mayoría de sus obras, quiso experimentar sobre sí mismo la influencia que las circunstancias pueden provocar sobre la inspiración.
Acostumbrado a tomar café en la sobremesa, justo antes de su prolongada siesta, lo omitió durante dieciocho semanas, justamente antes de la concepción, y durante la trascripción de su último libro, el que sería considerado, en adelante, como su obra maestra, intitulado: “Los sueños dormidos”.

El maestro, desde su adolescencia, era proclive al dilatado descanso, incrementándose su creatividad con el producto de sus abundantes ensoñaciones.
No le faltaba razón en afirmar cuán sencillo resultaba la composición de historias basadas exclusivamente en sucesos reales, aunque estos pertenecieran únicamente al ámbito subjetivo. Álvaro Sebastián Peláez era, y es, un excelente soñador, un gran durmiente, con la notable ventaja de hablar en voz alta durante la mayor parte de la siesta, hecho, este último, que sería determinante para encauzar su vocación hacia el terreno literario.
Con la comercialización de la grabadora de sonidos, allá por el año 1965, las bases técnicas del surrenacimiento literario estaban, para Álvaro S. Peláez, completamente establecidas.

¿Qué sentido tiene expresar la realidad misma, desprovista de banalidades, en su más alto grado estético?, se preguntaba el artista durante las mañanas, las cuales dedicaba íntegramente a cuestiones estilísticas. ¿No resulta más productivo su sustitución por imágenes e ideas inexistentes, nacidas del vacío, y que supongan una evolución consciente de la propia realidad?

Fruto de estos planteamientos, quiso el autor evolucionar hacia un nuevo estilo que llamó neo-surrenacentismo, para lo cual, además de suprimir las ingestas de café para alargar los periodos productivos, como se dijo, dispuso taparse la boca con abundante esparadrapo.
El resultado de tan acertada iniciativa se puede apreciar en “Los sueños dormidos”, su obra póstuma, donde se mezcla el ansiado afán de expresión, el silencio demoledor y hasta el gutural grito interior. En resumen, un conjunto de nuevas sensaciones que concluyen en una atmósfera atormentada donde resulta difícil la simple respiración de supervivencia.
A partir de Sebastián. Peláez, la inspiración y la expiración, como elementos asociados al proceso literario, gozan, como no podía ser de otro modo, del más alto prestigio. Gracias a las aportaciones del sabio, conocido con el sobrenombre de “El Acomodador de las Letras”, hoy en día, nuevos cauces literarios son posibles.

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