SEQUÍA SEMESTRAL
Las grietas de la tierra,
las estaciones meteorológicas,
los barómetros,
todos
lo dicen.
Es la sequía más grande
en los últimos cincuenta y cinco años,
durante los últimos seis meses.
El pluviómetro
ha recogido
cincuenta y cinco milímetros
de polvo,
puro polvo,
durante los últimos
seis meses.
Llovía, sí, pero sin darse cuenta.
Una lluvia minúscula
imperceptible.
Tenías que quedarte mirando el vacío,
Contemplar un buen rato
el espacio sin nada,
Y aparecía
la lluvia,
humedad del aire,
olor a prado verde.
Eran puntos de lluvia.
minúsculos,
imperceptibles,
agrupados en grandes bandadas,
pero sin llegar al suelo seco.
A veces, entre todos, conseguían formarse en una sola gota.
Una gota limpia, brillante
que la tierra absorbía
como su propio polvo.
Había que subir alto para oler esta lluvia,
a las azoteas,
a las ventanas del piso decimoséptimo,
a las alas de las palomas que sobrevuelan las torres
de los campanarios,
Era a partir de allí
donde esta lluvia,
que nunca llegaba al suelo,
se desvanecía.
Ha estado seis meses lloviendo.
Seis largos meses de lluvia ininterrumpida.
Las plantas lo saben,
los pájaros lo saben,
las procesiones recorren las calles
pidiendo el agua,
mirando al cielo.
Los pantanos palidecen,
los ríos duermen,
el mar se aleja.
Todo el agua había estado haciéndose lluvia,
suspendida sobre las crestas
Todos estos seis meses ha estado lloviendo hacia arriba.
Preparando un diluvio
terrenal
bastante gordo,
por cierto.
las estaciones meteorológicas,
los barómetros,
todos
lo dicen.
Es la sequía más grande
en los últimos cincuenta y cinco años,
durante los últimos seis meses.
El pluviómetro
ha recogido
cincuenta y cinco milímetros
de polvo,
puro polvo,
durante los últimos
seis meses.
Llovía, sí, pero sin darse cuenta.
Una lluvia minúscula
imperceptible.
Tenías que quedarte mirando el vacío,
Contemplar un buen rato
el espacio sin nada,
Y aparecía
la lluvia,
humedad del aire,
olor a prado verde.
Eran puntos de lluvia.
minúsculos,
imperceptibles,
agrupados en grandes bandadas,
pero sin llegar al suelo seco.
A veces, entre todos, conseguían formarse en una sola gota.
Una gota limpia, brillante
que la tierra absorbía
como su propio polvo.
Había que subir alto para oler esta lluvia,
a las azoteas,
a las ventanas del piso decimoséptimo,
a las alas de las palomas que sobrevuelan las torres
de los campanarios,
Era a partir de allí
donde esta lluvia,
que nunca llegaba al suelo,
se desvanecía.
Ha estado seis meses lloviendo.
Seis largos meses de lluvia ininterrumpida.
Las plantas lo saben,
los pájaros lo saben,
las procesiones recorren las calles
pidiendo el agua,
mirando al cielo.
Los pantanos palidecen,
los ríos duermen,
el mar se aleja.
Todo el agua había estado haciéndose lluvia,
suspendida sobre las crestas
Todos estos seis meses ha estado lloviendo hacia arriba.
Preparando un diluvio
terrenal
bastante gordo,
por cierto.
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