martes, abril 03, 2007

GEOGRAFÍA

Fuencisla está situado justamente enfrente de Salvatierra, separadas escasamente por varios centenares de metros. Esta peculiar localización geográfica ha resultado determinante a lo largo de la historia, ya que entre ambas poblaciones, desde siempre, ha existido una extraordinaria rivalidad, prueba de la cual es el estado de la carretera rectilínea que las une, totalmente cubierta de piedras.
Las autoridades nacionales y regionales, conscientes del problema y para evitar lamentar males mayores, siempre han mantenido rigurosos criterios de equidad, hasta el punto de tener que constituir una administración territorial personalizada para ambos municipios.
Razones económicas impedían dotar a cada pueblo de servicios independientes, siendo obligatorio, por tanto, el compartirlos. Por ejemplo, se podría haber construir el Centro de Salud en Fuencisla, mientras el Juzgado de Primera Instancia, como contrapartida, se hiciera en Salvatierra, pero esto obligaría a desplazamientos de todo punto imposibles.
La solución ha sido construir administraciones comunes y, a la vez, individuales, es decir atendidas por los mismos funcionarios, utilizando los mismos recursos pero ubicadas cada una en el municipio correspondiente. La manera de llevar estas ideas a la práctica ha sido, cuanto menos, ingeniosa, tanto es así, que el responsable de su desarrollo fue nombrado seguidamente Consejero de Gobernación.
En principio, para evitar que la enconada hostilidad local alcanzara el ámbito provincial, Salvatierra se adscribió a la provincia de Álava y Fuencisla a la de Teruel, de características completamente diferentes. Hubieran podido colocarse más lejos, pero esta distancia pareció suficiente.
Para que los funcionarios no tuvieran que realizar trabajos duplicados, se procedió a una pormenorizada asignación de funciones. Un ejemplo ilustrativo bastará para explicar el mecanismo. En el Registro Civil, corresponde al termino de Fuencisla la anotación de sus nacimientos, así como las defunciones que se producen en Salvatierra, ocurriendo a la inversa en el municipio vecino. De esta manera, la contabilidad común resulta completa, anotando, eso sí, cada uno lo que más le gusta.
Del mismo modo, para no tener que realizar una duplicidad en las instalaciones se han construido centros únicos, dotados de dos entradas diferenciadas, cada una de ellas situada en el municipio correspondiente. Una red de pasadizos subterráneos comunica cada institución salvaterreña con su homóloga fuencislense, de manera que, para los ojos de un observador poco avezado, en realidad, cada pueblo dispone de sus propios servicios.
Tanta diligencia, no obstante, también ha tenido sus consecuencias negativas, no siendo la menor de las cuales que ambos pueblos vecinos han ido creciendo hacia abajo, produciéndose una depresión entre ambos que ha afectado, como no podía ser de otro modo, a la cuenca del río Ebro, temiéndose en la actualidad además de nuevas crecidas o desbordamientos faltos de solidaridad con la región levantina, un clima de crispación que está socavando la propia unidad del estado.
Parece ser que la única solución que se ha encontrado hasta el momento es colocar a Salvatierra en la provincia de Valencia y a Fuencisla en las islas Baleares, quedando entre ambos el Mar Mediterráneo, cuya profundidad parece suficiente. No obstante, faltan por pulir algunos detalles ya que ni los vascos, ni los aragoneses conocen la lengua catalana y que sus gentes se mantengan siempre calladas dañaría la imagen que ambas poblaciones desean tener con vistas a una incipiente industria turística.

VIAJEROS


A pesar del cielo y de Santa Gadea, nuestra patrona, algunos se marchan de Fuencisla, se van.
No es que lo hagan a mala fe, pero, ya se sabe, empiezan imaginándose lo bien que se vive por ahí, en las capitales, y cuando se quieren dar cuenta están completamente hartos de esto y se tienen que ir. Es casi mala suerte.
Cuando te vas de Fuencisla así, por hartura, no hay que despedirse de nadie. Cuando te despides es cuando solamente te vas por unos días a algún sitio concreto, así, te pueden hacer algún que otro encargo. Pero cuando te vas de verdad, no se dice nada a nadie.
Como mucho lo has anunciado un par de veces: “Un día de estos, ya veréis, no me volvéis a ver”. Además la despedida sería un poco ridícula:
- Pues nada..., que me voy.
- Ah..., ¿y donde te vas?
- Pues no lo sé, pero por ahí.
- Ah..., claro, claro.
- Lo mismo me voy a Londres que está allí mi hijo Pedro.
- Pues muy bien, dale muchos recuerdos.
- De tu parte.
- Eso, de mi parte. Pues, nada, buen viaje. (Y cuando ya está lejos) Ya no vuelves, ¿no?
- No creo.
- ¿Se lo digo a los demás, para que no te busquen?
- ¡Y qué más da!

Hombre, si eres un niño o una muchacha nueva, sí que importa. Te buscamos por todos los sitios hasta que te encontramos o lo que haga falta, pero si ya estás entrado en años parece como que si se te hubiera puesto cara de irte. “Si esto ya me lo venía yo venir”, dirán algunos y no les faltará razón.

Lo peor de los que se van, no es que se vayan, lo peor es lo que dejan. Al fin y al cabo el que se quiera ir, que se vaya, pero ¿qué hacemos con todo lo demás?. Por ejemplo, la casa, ¿ se queda para siempre vacía? o las aceitunas, ¿ya nadie las recoge?. Y a la mujer, ¿ quién le dice: no lo esperes más, que ése no vuelve?
Porque algunos sí que vuelven. Aunque eso sí, cuando ya son viejos y casi no se les conoce. Entonces los miramos y en sus ojos se ve como un brillo a cosas lejanas. No sé, la verdad, yo creo que a lo mejor nos teníamos que haber ido más de uno.

No me extrañaría nada levantarme un día y que no hubiera nadie. Joder, diré, qué cabrones, me habéis dejao el último.

jueves, marzo 29, 2007

LOS SUEÑOS VIVOS

Tengo un pequeño problema algunos años sin resolver. Cuando duermo, yo, a la vez, también estoy despierto. Por eso no me gusta dormir y muchas veces tengo que estar mirando las ventanas o las sombras de los árboles, disimulando, hasta quedarme dormido de verdad, de puro cansancio.

Si cierro los ojos sin más, enseguida empiezan a aparecer sueños que intentan atraparme. Algunos son inocentes y no hay que temer nada de ellos, pero otros vienen con la respiración entrecortada haciendo girar sus imágenes, como si fueran de una noche distinta que quiere tomar vida.

Por eso me gusta dormir en los trenes o en las conferencias, incluso en los parques, rodeado de gente, de ruidos y de muchachos molestando con bufandas a rayas. Las voces y las conversaciones ajenas mitigan la efectividad de los sueños invasores. Si algún extraño recuerdo salta del sueño, la realidad está ahí para poder salvarte.

Hay muchos soñantes como yo, empiezo a reconocerlos al coincidir en nuestros lugares de descanso. Hay que vigilar el número de durmientes en los alrededores. Quizás, sin estas precauciones, algún día completemos el aforo de una conferencia sobre “El futuro de la política dentro de la sociedad del bienestar” y, entonces, nadie pueda salvarnos de perdernos en cualquier sueño fagocita de cambio de narices según las proporciones grecorromanas.

Podría darse el caso que, una vez instalada tu propia nariz en la cara de un catador de vinos, por ejemplo, pensara ella que había nacido para ser una nariz especialista en los aromas inherentes a la denominación de origen Cariñena y fueran inútiles todas las súplicas posibles para hacerla volver.

Perder la nariz es lo mínimo que le puede pasar a un soñador diurno descuidado. Conozco el caso de un compañero que acabó matriculado en un master sobre Etapas del Desarrollo Corporal y, a partir de entonces, se ha convertido en el preparador físico de cuantiosos deportistas de élite, incluidas ciertas presentadoras de moda sin celulitis, aunque, eso si, ahora ha dejado de soñar despierto, por lo menos.

miércoles, marzo 28, 2007

EL OJO DE GUADIX ES CENSURADO


Al parecer El ojo de Guadix es censurado por la publicación de esta bella fotografia.
Sin comentarios.
19/04/2007
Lamento mucho tener que quitar la fotografía. Las cosas bellas deberían hacerlas bellas personas.

LA NUBE DETENIDA

El cielo de Fuencisla es de un azul intenso, diferente de los demás lugares, al igual que el sol, que aquí brilla casi siempre con la alegría de la primera primavera. También las sombras aquí son más oscuras, pero ése ya es otro cantar.

Todo esto, a lo mejor, no es rigurosamente cierto, pero así nos lo parece a nosotros, quizás, porque cuando viajamos, cosa que solemos hacer pocas veces, no nos ocupemos tanto de mirar al cielo y de valorar el tono de los colores, como de la vigilancia de nuestros equipajes.

Pero, bueno, como iba diciendo, en Fuencisla amanece fuerte y muy temprano, de golpe, y, antes de desayunar, los fuencislenses solemos salir a las puertas de la calle para que el sol y el viento solano nos quiten los restos de oscuridad que la noche deja adheridos a la piel o impregnados entre el desorden de los cabellos y ante los cuales el agua y el jabón son completamente ineficaces.

Así es como cada día, sobre las siete de la mañana, nos damos cuenta de la suerte que tenemos de estar aquí bajo nuestro cielo impoluto y cristalino como un arroyo en la montaña.

Al estar Fuencisla en el llano, al sur y al oeste de las Sierras de Alhambra y Alcaraz, que hacen las veces de un embudo, el viento solano es un peligro por su fuerza, de ahí nuestra manía por tener siempre puertas y ventanas cerradas, así como estar vigilantes para evitar que, ante cualquier distracción, se nos rompan los cristales. Por todo esto, en Fuencisla las nubes cruzan deprisa, del oeste hacia el este, contra el calor del sol, sin pensárselo, sin detenerse, como los aviones o las bandadas de patos emigrantes. Es así que aquí llueve poco, mal y casi nunca, aunque a nosotros, que ya estamos acostumbrados, no nos quite demasiado el sueño.

Aunque esta vez la cosa ha cambiado y una nube, en vez de correr, se ha quedado detenida justamente sobre la ermita del Santo. Lleva dos días y ha ido creciendo sin parar. Ya tiene ocupaba toda la parte de los cerros a los que ha inundado en una especie de neblina de polvo gris. Aunque parezca que la nube está sobre la ermita, en realidad se encuentra sobre la Vega del Azuer, sobre las huertas y los membrilleros.

Ya se me han empezado a revolver las tripas con la nube, entonces cojo al Duque y me lo llevo a la Dehesa Nueva, por el Pozo Higuera. Son unos cinco kilómetros de ida y otros cinco de vuelta. Le digo al Duque que busque y el Duque anda de arriba abajo olisqueando peñascos y metiéndose entre las hondonadas de los zarzales, pero nada.

¡Más lejos Duque, busca más lejos, que algo tiene que haber!, y me cabreo y le tiro piedras. Y el Duque harto, más viejo que antes, viene y se me pone de frente y me pega dos ladridos. Solo dos. Y yo, como ya me lo sabía, le paso la mano por el cuello mientras él mueve nerviosamente el rabo.

Nada, que no hay absolutamente nada. Ya se han ido.

A raíz de que la nube se ha parado sobre la ermita, los conejos, los perdigones, las avutardas y hasta los guarros se han ido de Fuencisla y nos han dejado solos, malo. ¿De qué nos sirve entonces tener el cielo más puro y el sol más caliente, cuando la nube se ha instalado sin dejar de crecer sobre la ermita del santo?

Esta noche me tengo que acercar con el coche hasta Viveros a por yoduro de plata. Aquí, en Fuencisla, no se pueden comprar los cohetes porque entonces sabrían que he sido yo el que los he estado tirando.

Se llama sembrar nubes y en México lo hacen desde las avionetas. Se suben con las avionetas hasta las nubes y allí, entre ellas, les tiran los cohetes de yoduro de plata. Así es fácil y no se puede fallar. Yo, sin embargo lo tengo que hacer desde la tierra. Al parecer, el vapor de este producto químico cristaliza en pequeños puntos, a partir de los cuales se empiezan a formar las gotas de la lluvia y en vez de llover media nube, llueve la nube entera.

En realidad, en Fuencisla, ni a nosotros, ni a los conejos, ni a las perdices nos hace falta la lluvia, a nosotros lo que nos da miedo es que la nube tan grande, tan quieta, se esté una semana incubando piedra y tormenta.

martes, marzo 27, 2007

CUIDADOS


Cada vez que te miro, Henar, veo a la niña que fuiste, jugando. Juegas a correr, a esconderte, a imaginarte en salones de baile rodeada de luces y de príncipes.

Desde entonces, desde que eras una niña, ya ha pasado mucho tiempo, pero todavía conservas la impaciencia por crecer en tus ojos.

Quieres saberlo todo de golpe y los ojos se te agrandan preguntando a través de un inquietante y lujurioso brillo.

Tú no lo sabes, pero me paso mucho tiempo mirándote. Es mi recompensa.

Por ejemplo, cuando, después de pasar el aspirador, de poner la lavadora o de llenar el frigorífico, voy a verte y te pregunto si te has tomado la leche o las pastillas, en realidad, conozco de sobra las respuestas y aunque me guste oírlas, lo que más me agrada es mirarte.

A veces me sorprendes y te veo jadear tras una pelota o perderte en un bosque oscuro, aunque conocido. Me cuentas todo lo que has sido sin decirlo. Cuando empecé a quererte, también empecé a descifrarte.

Quizás no sea completamente cierto todo lo que, sin saberlo, me has ido diciendo durante estos años. No podría situar concretamente los sucesos. Sé, por ejemplo, que tus labios por primera vez temblaron en un parque, debajo de un árbol viejo, pero, ¿de qué ciudad?, ¿en qué día del año?.

Ya sé que estos detalles no tienen importancia. Con las medicinas, con las curas, hay que tener disciplina, llevar un control rígido del tiempo, pero las palabras y las imágenes vuelan de ti hacia mí y en el camino se pierde lo que es demasiado pesado para el aire.

Yo, en cambio, te cuento poco. Te leo el periódico, te comento las noticias de la radio, pero nunca te hablo de mí. Yo también fui un niño al que le gustaba correr y perseguir al aire. Cerraba los ojos y volaba como una cometa perdida. Me gustaría que supieras todo ello, también que estoy aquí haciendo de cada día, un día propio.

Por ejemplo, me gustaría decirte que ayer, Henar, estuve ordenando el armario de las herramientas (cada vez hay que dejarle más espacio al botiquín y a las medicinas). Lo hice para ti, por si te levantas alguna vez, para que encuentres todo en su sitio, como a ti te gusta, aunque las tijeras, aquellas con las que querías que te cortase el pelo, las he tirado. Ahora están en la basura. Me daban miedo. No quiero que haya nada cerca que me recuerde lo que tengo que hacer. Mientras tus ojos se muestren expresivos, yo estaré tranquilo, esperando.

Ten por seguro, mi amor, que no voy a permitir que el dolor acabe con todo lo que has sido.

viernes, marzo 23, 2007

LAS DIFICULTADES DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

Esta noche no he dormido, en su lugar la he dedicado a observar. No, no es sea aficionado a la Astronomía, es decir, al estudio de los astros. La tarea que me ocupa es mucho más compleja y consiste en contabilizar y registrar los diferentes movimientos que se producen en los alrededores de mi balcón, situado en la confluencia de las calles de San Isidro y del Apóstol Santiago de la localidad de Fuencisla.
Si los movimientos estelares, gracias al trabajo de eminentes científicos, están prácticamente determinados y explicados, los movimientos alrededor de una esquina, en cambio, se caracterizan por seguir leyes aún poco conocidas y de extrema complejidad, no siendo poco común la aparición de verdaderas sorpresas.
Es un trabajo fascinante, tanto desde el punto de vista de la observación, como por la diversidad de individuos y circunstancias que de algún modo se ven implicadas. Creo que todavía será necesario dedicar exclusivamente varias jornadas nocturnas para sentar las líneas iniciales de este proceso personal de investigación y seguimiento, cuyas primeras directrices esbozo a continuación.

Las cosas se perciben de una manera más pura si se eliminan en lo posible las interferencias externas. El silencio, la oscuridad y la noche en general aportan el ambiente idóneo para la observación metódica, si ésta tiene un carácter ambicioso en cuanto a resultados.
Básicamente concibo al ser humano en dos vertientes complementarias: los dos lados de un escenario. Como actor y como espectador, las dos caras de una misma moneda.
Si bien un espectador puede observar y registrar datos sobre la actividad de uno o varios actores, del mismo modo un actor puede proyectar sus acciones sobre uno o varios espectadores, de manera que se confirmen o desmientan las observaciones.
El espectador observa lo que hace el actor, lo analiza en busca de leyes generales. El actor actúa sobre lo que observa el espectador, variando los resultados y las hipótesis.

Como primicia, puedo adelantar que, fruto del trabajo inicial, se han descubierto tres tipos fundamentales de comportamientos que una futura ley de gravitación universal aplicada al movimiento en los alrededores de las esquinas deberá considerar:
1. Las tendencias a dormir en el propio domicilio (predominantes a horas tempranas)
2. Las tendencias a recogerse en domicilios ajenos (bastante influenciadas según la población ya recluida en el interior de los habitáculos y según otros factores como edad, sexo y día de la semana)
3 Las tendencias a no querer ir a dormir (muy predominantes durante los fines de semana en actores escandalosos y de estabilidad limitada).

Naturalmente, ayuda a la formulación de estas teorias la obtención y manipulación del mayor número posible de casos. Es por ello que la comunidad científica fuencislense comparte de muy buena gana sus conocimientos y conclusiones en reuniones muchas veces informales. Se nos puede ver discutiendo nuestras hipótesis durante mañana en grupos de trabajo. Por ejemplo, hoy había bastantes dudas sobre la tardía llegada de una joven de 16 años al domicilio paterno. Aunque yo constaté que la hora del evento fueron las 3:00 A.M., una investigadora con mayor experiencia sostenía que llegó sobre las 4:00 y que lo hizo en compañía de un individuo varón de edad muy superior a la de la joven, que la transportaba cariñosamente en una motocicleta.
Incompresiblemente los vecinos, objeto del análisis, no valoran nuestra labor de investigación llegando a acusarnos de lo que ellos consideran una intromesión en sus vidas privadas, cuando no de violación del derecho a la intimidad. La ciencia, como siempre es blanco fácil para los enemigos del conocimiento.

Grupo de científicos en periodo de discusión
y puesta en común de conocimientos

jueves, marzo 22, 2007

SUEÑO NACIONAL


Enseguida se dio cuenta que ese sueño era peligroso. Para despertarse pronto activó la alarma de su reloj de pulsera que marcaba: Jaén, 25 kilómetros. No sabía que en los sueños no funcionan los despertadores.
Los habitantes del sueño eran en su mayoría prestidigitadores en sus dos especialidades más comunes: reconstrucción de periódicos y lanzamiento de cuchillos.
Le tranquilizó encontrarse tan cerca de Guarromán, así, si las cosas se ponían feas, podía tomar La Sepulvedana, en lugar de andar buscando pensión a horas intempestivas.
Se echó un cigarro a la boca para ir matando el tiempo (como si en los sueños existieran horarios) y cuando lo terminó se puso a pasear impaciente como en la consulta de un médico, en este caso ambulante, de ambulatorio. En efecto, tras un rutinario reconocimiento le diagnosticaron robo con fuerza. ¡Robo con fuerza!, nada menos. Estaba a punto de entregarse, cuando los demás pacientes (todos ellos prestidigitadores, gracias a Dios, especialistas en reconstrucción de periodicos) le dijeron que no había por qué preocuparse, ya que ese doctor era muy aficionado a los bajos fondos y casi siempre recetaba lo mismo.
Para iniciar el tratamiento se lo llevaron en una silla de ruedas hacia la plaza donde hacían su reaparición Islero y José Tomás. El primero de riguroso negro y el segundo de grana y oro.
Él era partidario de Islero pero, al jugar en casa, J. Tomás tenía muchos más simpatizantes, algunos de ellos tan exaltados que exigían la devolución al corral del magnífico ejemplar o incluso que le cortaran las dos orejas, ¿con qué iba a oir los aplausos, entonces?, me preguntaba yo en silencio.
José Tomás pidió un voluntario entre los asistentes para que le sujetara los estoques y le fuera suministrando el resto de instrumentos punzantes de tortura. El presidente sacó un pañuelo verde oscuro que significaba claramente que era yo mismo quien iba a desempeñar las funciones de mozo de espadas. Cuando me disponía a saltar al ruedo, empezaron a sonar los clarines de cambio de tercio y como eran las siete y media de la mañana me fui a trabajar sin dilación despues de darme una ducha con agua templada para eliminar el sudor frío.

miércoles, marzo 21, 2007

¿QUÉ PONEN HOY DE COMER?


He observado que a primera hora de la mañana ando bastante despacio, si lo comparamos con el resto del día y en especial por la noche. No es que yo tenga demasiadas prisas o quiera hacer demasiadas cosas (en realidad no quiero hacer ninguna), sino que, al ver cómo me adelantan por uno y otro lado incluso al mismo tiempo, llego a ponerme algo nervioso temiendo por mi estabilidad. ¿Qué será de mí dentro de algunos años, cuando mi atlética figura y mis trabajados pectorales dejen paso a otra musculatura menos elitista?, llego a preguntarme. En la actualidad, a estas tempranas horas, no podría, llegado el caso, ni siquiera perseguir a casi nadie. Afortunadamente tengo un profesión sedentaria que no me obliga a desplazamientos continuados y aunque, supuestamente, fuera detective privado, tampoco existiría un problema insalvable, ya que normalmente las horas de persecución suelen empezar después de las comidas.
Las causas de mi lentitud hay que buscarlas en la infancia. Ahí es donde se encuentran la gran mayoría de las respuestas a nuestras preguntas (para buscar preguntas lo mejor es ir a la adolescencia o a la universidad).
Recuerdo que, entonces, cuando nevaba lo hacía por la noche, de manera que a la mañana siguiente ya se encontraba todo blanco con unos veinte o treinta centímetros de nieve. Para ir a la escuela había que tener mucho cuidado ya que con las botas y el barro en conflictivo contacto era muy fácil ensuciar la nieve. Fue por aquella época cuando empecé a sufrir los primeros casos de adelantamientos múltiples. Lo que ocurría es que como tenía gorro de lana, guantes y frío no me importaban en absoluto. Además formaban parte de una técnica, eran necesarios a la hora de encontrar el camino. Desde mi pequeña estatura, como he dicho en aquel entonces era un niño, todo lo que alcanzaba a divisar era blanco, es decir, nieve y así no había forma de llegar a la escuela sin ayuda. La dirección correcta que debía seguir me la proporcionaban los adelantamientos. Así cuando me encontraba algo desorientado o bien buscaba por el suelo huellas de colegiales hacia la escuela o bien disminuía la marcha esperando algún adelantamiento. A lo largo de la mañana, con el paso del tiempo y la actividad del sol, la nieve se iba derritiendo casi sola, de manera que al salir de la escuela ya no era ni fría ni blanca y podía volver a casa sin necesidad de precauciones. En cuanto llegaba lo primero que preguntaba era qué iban hoy a poner de comer, hábito que, después de casarme y al trabajar también por la tarde, he abandonado.

lunes, marzo 19, 2007

LA PRESA

A veces Juan José no tenía nada que decir, entonces, si era domingo por la mañana, se iba a la plaza Mayor y se ponía a hablar de lo primero que se le ocurría con el primero que se encontraba. El sol calentaba los bancos de granito y el bullicio se instalaba ritualmente, sobre todo después de la misa, en el centro del pueblo, tanto con el corretear de los niños, como en el interior de las diversas tabernas atestadas.
Era evidente, para Juan José, que nadie de los allí presentes tenía absolutamente nada que decir y, menos aún, nada que hacer, por eso habían ido, como él, a pasar allí la mañana. Todos juntos, en compañía, se sentían menos desocupados y desprotegidos.
Quizás, alguno habría que la noche anterior hubiera estado devanándose los sesos con alguna cosa entre manos pero, conocedor de que nadie le haría ningún caso, se guardaba sus inquietudes para sí mismo.
Un pueblo así, lógicamente, estaba abocado a una urgente desaparición por atrofia o inanición, pero no era éste el caso del fuencislense que, tras largas etapas de ancestral evolución, cuando no tenía nada que decir y, menos aún qué hacer, se inventaba ciertos fabulosos acontecimientos con tanta maestría que, a los ojos de un extraño, se diría que la capacidad emprededora de aquel poblado bastaría para asegurar el progreso de una nación entera durante, al menos, varias legislaturas.
A Juan José, aquella mañana de domingo, se le ocurrió imaginar la necesidad de construir una presa en la ladera sur del cerro Collado, llamado así por la ausencia enfermiza de cualquier tipo de materia vegetal. Estaría alimentada por los caudales de los arroyos Molino y del Cura y, aunque modesta y de pequeño tamaño, bastaría para paliar la habitual sequía veraniega que se padecía, además de servir como lugar de esparcimiento, dada la profusión de carpas dentadas y barbos en la zona y la grandísima afición pesquera que atesora Fuencisla . A su interlocutor, Felipe Solís, que casualmente era hijo de un acaudalado hortelano, le pareció aceptable la magnífica idea siempre y cuando, en primavera, se utilizara para el riego que tanta falta le hacían a los pimientos, hecho totalmente intrascendente para el promotor y, por lo tanto, vehementemente aplaudido y aceptado.
A la semana siguiente, El Pregonero de Fuencisla, periódico local, se hizo eco de la prometedora noticia, propagándose los primeros rumores que fueron in-crescendo hasta organizarse una gran manifestación de protesta a cargo de los propietarios afectados por expropiación, la cual no llegó a celebrarse debido a la presencia del Teniente de la Guardia Civil por los alrededores del lugar desde donde ésta debía partir.
La Asociación de Amigos de la Presa de Santa Gadea, llamada así en honor a la patrona de Fuencisla, ha decidido mantener reuniones quincenales para impulsar el proyecto. Se encuentra formada por un miembro honorífico y cuantro miembros fundadores. En total cinco destacadas personalidades, a saber: Juan José, el promotor de la idea, Felipe Sólis, en representación de la Cooperativa de Horticultores, el señor cura párroco como Presidentede Honor, el aparejador municipal, que se encargará de los detalles técnicos y el industrial Jacobo de Lope, propietario del único almacén de materiales de construcción de la localidad.
El director de la Caja de Ahorros, visiblemente atemorizado, ha declinado amablemente la invitación.



Detalle de la ceremonia de colocación de la primera piedra (y hasta ahora única)
de la presa de Santa Gadea. En primer plano los miembros de la Asociación, acompañados
por la sobrina del presidente. Al fondo, el pueblo expectante.

jueves, marzo 15, 2007

¡¡¡FUEGO!!!


Antes de ir a la ducha, aquel aciago día me encontraba triste de ánimo y apesadumbrada. No sabía cuál de estas dos turbias sensaciones provocaba, en mayor medida, el malestar en que se debatía mi organismo, fácilmente detectable por la crispación del rostro y por los exabruptos que, ante cualquier contratiempo, prorrumpía.
Maximiliano con un mesurado silencio me reprochaba de forma sutil mi actitud, a su juicio, egoísta, aunque no hacía sino acrecentarla. Era tal la impaciencia que me producía su presencia, que empecé a sentir molestias en la región lumbar, bastante relacionada en mi persona con el aparato digestivo. Así fue como se inició la secreción de jugos gástricos que fueron concentrándose hasta producir pequeñas ulceras pépticas sobre el tejido duodenal, muy sensible tanto a la inquietud como a la ansiedad.Maximiliano, a quien yo decía ‘Más’ o ‘No’, según empezara por delante o por detrás, persistía en una creciente actividad que consistía en recorrer la casa en busca de cerillas y material combustible. A ello había dedicado las últimas horas de su callada existencia. El brillo de sus ojos denotaba expectación, al igual que su apenas disimulada y malévola sonrisa.
Hermético en su proceder, la incertidumbre en que me sumía afectó también a mis pulmones, entorpeciéndose la respiración. Viéndome tan mal, intenté solicitar su ayuda, pero el miedo y la falta de aire me impedían expresarme compresiblemente, acertando únicamente a emitir débiles sonidos que apenas llegaban a sus oídos: ‘Más, Más, No, Nooo, ay, ayyy, ahhhhh,ahhhh, Máaaas, Nooooo’.
Maximiliano, creyendo que me estaba masturbando, y que eran sus preparativos la causa de mi supuesta excitación sexual, prendió el fuego acercándolo en una improvisada antorcha, dispuesto, como siempre, a complacerme en mis más íntimos deseos.
El humo espeso afectó a la tensión muscular y fui presa de una especie de ataque epiléptico, contorneándome en convulsiones violentas donde prevalecían los movimientos pélvicos. Maximiliano, fuera de sí, se abalanzó sobre mí con gritando que era un invencible guerrero. De pronto todo se fue haciendo oscuro a mi alrededor.
Fue lo último que recuerdo de aquel aciago día, que Maximiliano recuerda constantemente llamándose a sí mismo el hombre de las cavernas y procurando repetir.

lunes, marzo 12, 2007

EGO EN COLMO

Dedicado a la estatua
de la plaza
Kungsträdgarden, Estocolmo,
en cuyos hombros se detienen las palomas
de la tarde.



Duermo en el salón
bajo la luz fría
de la lámpara
sobre los papeles.

Duermo en el salón.
La mesita,
los papeles,
la taza de café sin tomar
todavía humeante.

La gente auxilia a gritos
al conductor de un vehículo
fatalmente accidentado
bajo un puente oscuro.

¿Por qué hay sueños trágicos
y gritos
dentro de un salón
comedor
tranquilo
con refrigeración
acondicionada?

Un guardia civil me pide
los documentos y me pregunta
por la omisión del deber de socorro.
“Estaba afónico, agente,
esta mañana no podía articular palabra”
“y sin embargo ahora....”,
dice el agente.

Parece ser que se trata de una curación espontánea.
Un inexplicable milagro verdadero.

La gente se aproxima
para ver con sus propios ojos el fenómeno extraño,
lo increíble.
Sus ojos frente a mis ojos.
El accidente en segundo plano.
Algunos todavía lo dudan.
El propio accidentado se pregunta
por qué no le sucedió a él mismo.
A él,
que estaba más necesitado.


El salón una mosca
sobrevuela
mirando a través de sus ojos de cristal,
se detiene sobre el brazo extendido
que descansa
cerca del café sin tomar
todavía humeante.

¿Por qué no actuó sobre mí el milagro?
Yo estaba sano, corría,
amaba la música,
tenía veinticinco años.
El guardia pide la documentación
del herido
ensangrentado por los codos, hasta las manos.
Los enfermeros se la buscan por los bolsillos,
en el interior de la chaqueta,
lo están curando,
también en los compartimentos de su cartera
de brillante piel curtida.
El guardia dictamina
Imprudencia
Temeraria
bajo el puente oscuro,
ahora iluminado
por el fuego
del coche en llamas.

Yo descanso en el salón.
A las cinco de la tarde
descansan mis neuronas
en la penumbra de un salón
que sobrevuela
una mosca.

domingo, marzo 11, 2007

LOS SUEÑOS DORMIDOS



El escritor neo-surrenacentista Álvaro Sebastián Peláez, famoso por negarse a aceptar la autoría de la mayoría de sus obras, quiso experimentar sobre sí mismo la influencia que las circunstancias pueden provocar sobre la inspiración.
Acostumbrado a tomar café en la sobremesa, justo antes de su prolongada siesta, lo omitió durante dieciocho semanas, justamente antes de la concepción, y durante la trascripción de su último libro, el que sería considerado, en adelante, como su obra maestra, intitulado: “Los sueños dormidos”.

El maestro, desde su adolescencia, era proclive al dilatado descanso, incrementándose su creatividad con el producto de sus abundantes ensoñaciones.
No le faltaba razón en afirmar cuán sencillo resultaba la composición de historias basadas exclusivamente en sucesos reales, aunque estos pertenecieran únicamente al ámbito subjetivo. Álvaro Sebastián Peláez era, y es, un excelente soñador, un gran durmiente, con la notable ventaja de hablar en voz alta durante la mayor parte de la siesta, hecho, este último, que sería determinante para encauzar su vocación hacia el terreno literario.
Con la comercialización de la grabadora de sonidos, allá por el año 1965, las bases técnicas del surrenacimiento literario estaban, para Álvaro S. Peláez, completamente establecidas.

¿Qué sentido tiene expresar la realidad misma, desprovista de banalidades, en su más alto grado estético?, se preguntaba el artista durante las mañanas, las cuales dedicaba íntegramente a cuestiones estilísticas. ¿No resulta más productivo su sustitución por imágenes e ideas inexistentes, nacidas del vacío, y que supongan una evolución consciente de la propia realidad?

Fruto de estos planteamientos, quiso el autor evolucionar hacia un nuevo estilo que llamó neo-surrenacentismo, para lo cual, además de suprimir las ingestas de café para alargar los periodos productivos, como se dijo, dispuso taparse la boca con abundante esparadrapo.
El resultado de tan acertada iniciativa se puede apreciar en “Los sueños dormidos”, su obra póstuma, donde se mezcla el ansiado afán de expresión, el silencio demoledor y hasta el gutural grito interior. En resumen, un conjunto de nuevas sensaciones que concluyen en una atmósfera atormentada donde resulta difícil la simple respiración de supervivencia.
A partir de Sebastián. Peláez, la inspiración y la expiración, como elementos asociados al proceso literario, gozan, como no podía ser de otro modo, del más alto prestigio. Gracias a las aportaciones del sabio, conocido con el sobrenombre de “El Acomodador de las Letras”, hoy en día, nuevos cauces literarios son posibles.

sábado, marzo 10, 2007

SEQUÍA SEMESTRAL


Las grietas de la tierra,
las estaciones meteorológicas,
los barómetros,
todos
lo dicen.
Es la sequía más grande
en los últimos cincuenta y cinco años,
durante los últimos seis meses.

El pluviómetro
ha recogido
cincuenta y cinco milímetros
de polvo,
puro polvo,
durante los últimos
seis meses.

Llovía, sí, pero sin darse cuenta.
Una lluvia minúscula
imperceptible.

Tenías que quedarte mirando el vacío,
Contemplar un buen rato
el espacio sin nada,
Y aparecía
la lluvia,
humedad del aire,
olor a prado verde.

Eran puntos de lluvia.
minúsculos,
imperceptibles,
agrupados en grandes bandadas,
pero sin llegar al suelo seco.

A veces, entre todos, conseguían formarse en una sola gota.
Una gota limpia, brillante
que la tierra absorbía
como su propio polvo.

Había que subir alto para oler esta lluvia,
a las azoteas,
a las ventanas del piso decimoséptimo,
a las alas de las palomas que sobrevuelan las torres
de los campanarios,
Era a partir de allí
donde esta lluvia,
que nunca llegaba al suelo,
se desvanecía.

Ha estado seis meses lloviendo.
Seis largos meses de lluvia ininterrumpida.
Las plantas lo saben,
los pájaros lo saben,
las procesiones recorren las calles
pidiendo el agua,
mirando al cielo.
Los pantanos palidecen,
los ríos duermen,
el mar se aleja.
Todo el agua había estado haciéndose lluvia,
suspendida sobre las crestas

Todos estos seis meses ha estado lloviendo hacia arriba.
Preparando un diluvio
terrenal
bastante gordo,
por cierto.